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  • Foto del escritorMaskao Magacín

Poemas de mar

Eterno el mar, la mar, ha sido y es una fuente inagotable de inspiración para la expresión artística. Seis poemas de seis poetas, seis miradas diferentes, seis paseos por el mar.

Por Maskao Magacín


El mar también elige

(Miguel Hernández)


El mar también elige

puertos donde reír

como los marineros.


El mar de los que son.


El mar también elige

puertos donde morir.

Como los marineros.


El mar de los que fueron.

 

El mar triste

(Antonio Machado)


Palpita un mar de acero de olas grises

dentro los toscos murallones roídos

del puerto viejo. Sopla el viento norte

y riza el mar. El triste mar arrulla

una ilusión amarga con sus olas grises.

El viento norte riza el mar, y el mar azota

el murallón del puerto.

Cierra la tarde el horizonte

anubarrado. Sobre el mar de acero

hay un cielo de plomo.

El rojo bergantín es un fantasma

sangriento, sobre el mar, que el mar sacude…

Lúgubre zumba el viento norte y silba triste

en la agria lira de las jarcias recias.

El rojo bergantín es un fantasma

que el viento agita y mece el mar rizado,

el tosco mar rizado de olas grises.

 

El mar

(Rafael Alberti)


El mar. La mar.

El mar. ¡Sólo la mar!


¿Por qué me trajiste, padre,

a la ciudad?


¿Por qué me desenterraste

del mar?


En sueños, la marejada

me tira del corazón.

Se lo quisiera llevar.


Padre, ¿por qué me trajiste

acá?

 

El mar

(Pablo Neruda)


NECESITO del mar porque me enseña:

no sé si aprendo música o conciencia:

no sé si es ola sola o ser profundo

o sólo ronca voz o deslumbrante

suposición de peces y navíos.

El hecho es que hasta cuando estoy dormido

de algún modo magnético circulo

en la universidad del oleaje.

No son sólo las conchas trituradas

como si algún planeta tembloroso

participara paulatina muerte,

no, del fragmento reconstruyo el día,

de una racha de sal la estalactita

y de una cucharada el dios inmenso.

Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,

incesante viento, agua y arena.

Parece poco para el hombre joven

que aquí llegó a vivir con sus incendios,

y sin embargo el pulso que subía

y bajaba a su abismo,

el frío del azul que crepitaba,

el desmoronamiento de la estrella,

el tierno desplegarse de la ola

despilfarrando nieve con la espuma,

el poder quieto, allí, determinado

como un trono de piedra en lo profundo,

substituyó el recinto en que crecían

tristeza terca, amontonando olvido,

y cambió bruscamente mi existencia:

di mi adhesión al puro movimiento.

 

Mar

(García Lorca)


El mar es

el Lucifer del azul.

El cielo caído

por querer ser la luz.


¡Pobre mar condenado

a eterno movimiento,

habiendo antes estado

quieto en el firmamento!


Pero de tu amargura

te redimió el amor.

Pariste a Venus pura,

y quedose tu hondura

virgen y sin dolor.


Tus tristezas son bellas,

mar de espasmos gloriosos.

Mas hoy en vez de estrellas

tienes pulpos verdosos.


Aguanta tu sufrir,

formidable Satán.

Cristo anduvo por ti,

mas también lo hizo Pan.


La estrella Venus es

la armonía del mundo.

¡Calle el Eclesiastés!

Venus es lo profundo

del alma...


...Y el hombre miserable

es un ángel caído.

La tierra es el probable

Paraíso Perdido.

 

Marina

(Ruben Darío)


Volví la vista y vi que era una ilusión.

Que dejara olvidada mi antiguo corazón.

Entonces, fijo del azur en lo infinito,

Para olvidar del todo las amarguras viejas,

Como Ulises un día, me tapé las orejas.

Y les dije a las brisas: «Soplad, soplad más fuerte;

Soplad hacia las costas de la isla de la Vida».

Y en la playa quedaba desolada y perdida

Una ilusión que aullaba como un perro a la Muerte.


O





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