top of page
  • Paula Cabrera

El armario de Arthur

Por Paula Cabrera

Arthur era un niño que tenía la costumbre de guardar sus juguetes. Pero no para sacarlos después y jugar, sino para guardarlos definitivamente. Tenía miedo de verlos rotos, y para que no se rompieran, nunca jugaba con ellos y los amontonaba en el armario de su cuarto. Nadie le quitaba esa manía. Su mamá le decía que los otros niños usaban sus juguetes, sus robots, sus cochecitos rojos, amarillos o negros.


Arthur, las hormigas y el balón / Maskao


Arthur, en fin, no jugaba jamás con sus juguetes. Sus papás, como no lo veían alegre, ni con los últimos regalos -unos coches de control remoto-, pensaron que tal vez se cansó de ellos y salieron a comprar nuevos juguetes, que Arthur guardó inmediatamente. El miedo a que los juguetes sufrieran algún daño y la pena de tenerlos, pero no jugar con ellos, hicieron de Arthur un niño triste, demasiado formal antes de tiempo.

Sus amigos no querían ir a su casa a jugar, porque Arthur nunca quería abrir el armario lleno de juguetes, a cambio, les proponía dibujar y hacer rompecabezas con recortes de periódicos.


"Horrorizado, quiso huir pero le fue imposible"

Pero un día ocurrió una cosa singular, que voy a contar.

Se dirigía Arthur a guardar un balón en su armario cuando, al abrir, se lo encontró lleno de hormigas gigantes pululando.

¡Fuera! ¡Fuera! ¡Sal de aquí! dijeron las hormigas, que eran casi tan grandes como Arthur, al verlo con el balón en la mano.

Horrorizado, quiso huir pero le fue imposible. Una fila de hormigas venía a toda prisa, llevando cada una o un pan, o un queso, o chocolate, o unas gominolas. Las hormigas recién llegadas con provisiones, prorrumpieron también contra el pobre Arthur que, espantado, apretaba el balón contra su pecho.


Debido al escándalo armado por los gritos de las hormigas, llegaron dos hormigas-guardias que apresaron a Arthur, lo acusaron de ser el causante del alboroto y lo llevaron ante la reina.


Aquí traemos a este niño, contra él, han protestado todas las operarias del hormiguero.

¿Por qué? -preguntó desde su trono la reina-.

Porque cada día trae un trasto, un juguete como él los llama, a nuestro hormiguero -acusó una operaria-.

¡Es mí armario y por eso guardo en él mis cosas -gritó Arthur-.

Esto es un hormiguero, niño, exclamó el guardia, mandándole callar.

¡Es un armario! -reiteró Arthur, con más voz aún.


¡Cállese insolente! Esto es un hormiguero porque está lleno de hormigas, y un sitio lleno de hormigas, no es otra cosa sino un hormiguero, aseveró la reina con enfado.

¡Muy bien! ¡Bravo! -exclamaron las numerosas hormigas que presenciaban el juicio-.

¿De modo que tú eres el niño 'hormiguita' que guarda aquí cosas que nos estorban? -le reprochó la reina-.

Son mis juguetes. -Interrumpió Arthur-, los guardo aquí porque es su sitio. Y a ustedes nadie las ha llamado para meterse en mi armario.

¡Que se calle! ¡Fuera! -gritaban los asistentes al juicio-.

Veo con disgusto que, además de hormiguita, eres un niño respondón, prosiguió la reina.

Si soy hormiguita, mejor -continuó el niño-. No les debe extrañar, al fin y al cabo, lo que hago es lo mismo que ustedes hacen: guardar las cosas en un sitio.

No -exclamó tajante la reina-. Nosotras guardamos lo que el día de mañana nos ha de servir y lo usamos.


"No; a la horca, no -sentenció la reina-. Sería un castigo demasiado cruel y nada ejemplar"

¡Muy bien dicho! -gritaron los asistentes para después pedir: ¡Que lo condenen a la horca! ¡A la horca!

Arthur empezó a llorar.

No; a la horca, no -sentenció la reina-. Sería un castigo demasiado cruel y nada ejemplar. Es mejor castigarlo a que juegue todos los días con sus juguetes, y, como tiene demasiados para él solo, debe regalar algunos a otros niños que no pueden tener regalos. Queda, pues, este niño condenado a dar a sus juguetes el uso y el fin para el que fueron fabricados.

Ahora ponedlo en libertad, porque está arrepentido y cumplirá su condena.


A día de hoy, Arthur no sabe que pasó, si sucedió antes de acostarse, al despertar o fue un sueño. El caso es que a la mañana siguiente del encuentro con las hormigas, abrió el armario y sacó juguetes para regalar. Con los que se quedó, jugaba todos los días mientras recuperaba su sonrisa. Habló con sus padres y les pidió que no le regalaran, de momento, más juguetes.


La reina dio una enseñanza a Arthur, le facilitó el camino para volver a ser feliz. Aunque no esté del todo claro si el arresto de Arthur fue legal, el "juicio" sin abogado ni los derechos de las hormigas sobre el armario. Muchas dudas quedan abiertas o

10 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page