Salí de Granada con destino a Cádiz para conocer a un amigo. Cómo hacía mucho frío no imaginé que una ciudad de playa en invierno podría sorprenderme tanto. Y soy una brasileña acostumbrada a las playas. Pisaba por primera vez España y Cádiz fue la primera ciudad con mar que conocí allí. Con unos 120.000 habitantes y bañada por el Atlántico, es una urbe próxima al estrecho de Gibraltar, una antigua ciudad que ha estimulado mi curiosa mirada.
Es misteriosa y trimilenaria, fundada por los fenicios -algo para mí, mágico-, llena de personas amables, de bullicio alegre y yo en medio, disfrutando. Cuando llegué a Cádiz, bajé frente a la estación de autobuses y con mi mochila, empecé a caminar sin rumbo, estaba maravillada con lo que veía. Pero tenía que buscar una habitación para pasar una noche, sí, solo 24 horas en Cádiz. Seguí por la calle hasta una Plaza llamada San Juan de Dios, donde está el Ayuntamiento, un edificio que retrata el estilo artístico e histórico de la ciudad. Me perdí por esas calles llenas de vida de Cádiz, hasta que encontré un lugar para quedarme.
Chispazos gráficos de una visita de 24 horas a Cádiz / Paula Cabrera
Era invierno y cuando salí nuevamente a la calle, ya era de noche. Pasé por una fuente iluminada, encontré la Casa de Iberoamérica, traspasé las Puertas de Tierra y llegué al mar. Fantástico.
Al otro día, con mi amigo, conocí la verdadera Cádiz. Mi desayuno fue en un Café Librería de dos chicas increíbles, charle un poco con ellas y puede sentir la hospitalidad andaluza. Descubrí otros sabores en la vida de una viajera por España, después de una noche de charla regada con cava, en una ciudad llena de agradables sorpresas.
Salimos por el centro histórico, por la plaza de las flores con sus aromas y colores que encantan el alma, el mercado y el imponente Edificio de Correos. Después fuimos a la Plaza de España donde está el Monumento a la Constitución Española de 1812, para después seguir hasta el barrio de El Pópulo donde se encuentra El Teatro Romano de Cádiz, un edificio erguido por Lucio Cornelio Balbo en el año 43 a.C. ¿Pueden imaginar eso? Una obra asombrosa. Se construyó aprovechando la pendiente del terreno para apoyar el graderío.
El edificio tiene una galería anular que discurre por debajo de las gradas, un nivel interno con más de 75 metros cuya función era proporcionar al rango de los caballeros- el ordo equestre- un acceso exclusivo a sus asientos en la ima cavea, apuntando así la fuerte distinción social existente en el mundo romano -discrimina ordinum-.
Inmersa en las estructuras de piedra, seguimos hasta la Catedral de Cádiz, tiene una cúpula que recuerda una yema de huevo por su color y volumen.
Es un día con mucho viento y cielo gris, pero seguimos hasta La Caleta, un lugar que me llenó de agradables sensaciones. Y ahí estaba también el Castillo de San Sebastián con su faro, era una experiencia inmejorable y detuve el tiempo mirando el vuelo libre de las gaviotas por encima de unas casas coloridas que recuerdan La Habana.
Me gustó mucho el antiguo Balneario de La Palma, que hoy alberga el Centro Andaluz de Arqueología Subacuática, un edificio de color blanco riguroso con un increíble panel de azulejos con la imagen de La Virgen de la Palma. Fue una visita "exprés" pero pude ver: el Monumento a Simón Bolívar, el Castillo de Santa Catalina, el Parque Genovés con sus "dibujos" hechos en los árboles, la playa Santa María del Mar, la calle Columela...
"Regresaré a Cádiz para contemplar el mar, respirar hondo y oler a mar, sentir esa dulce tierra"
Cádiz es una ciudad extraordinaria que en pocas horas, me conquistó. El "tour exprés" estaba casi terminando, y para despedirlo, picar y beber algo. Y ahí estaba el Mercado donde vi un tipo de camarón, el carabinero, que jamás había visto; su color rojo y su tamaño me recordaron una langosta del noreste brasileño. En medio de un gran ambiente, nos bebimos un par de cervezas hasta que llegó la triste hora de despedirme.
Ahora, en mi casa en Brasil, recurro a mi cuaderno de sensaciones y recuerdos para dibujar en mi cabeza esa experiencia maravillosa, que me hace sonreír sola y me llena de esperanza. Regresaré a Cádiz para contemplar el mar, respirar hondo y oler a mar, sentir esa dulce tierra.
“Necesito del mar porque me enseña: no sé si aprendo música o conciencia: no sé si es ola sola o ser profundo, o sólo ronca voz o deslumbrante suposición de peces y navíos. […] Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire, incesante viento, agua y arena”
(Pablo Neruda / poema El Mar).
Esta es mi bella Cádiz en 24 horas, tiempo suficiente para cautivarme. Volveré o
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