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  • Fran Sánchez

Un show muy malo


Este show cada vez es más malo. Ya ni siquiera las estrellas internacionales consiguen aplausos sinceros, o son enlatados o de los borregos que se apuntan al show como público, esperando horas antes de la función a cambio de un bocata de mortadela.

Los personajes son paupérrimos, desde los periodistas presentadores hasta los "artistas" políticos pasando por los descerebrados de programas imposibles que nos recuerdan nuestras raíces cavernícolas. Por ahí pasa de todo, un mundo de pantallas que nos quiere convencer de que ese, es el mundo real y que esos, son los niveles de mejor pericia del cerebro humano. Sonrojante mediocridad autocomplaciente, debates inocuos y vacíos de políticos sin ideas ni ideales.

Y con la tontería, la nostalgia subyacente asoma su brazo alzado, sus tics fascistas, xenófobos, homófobos y machistas pero nadie dice nada, o muy poco y cuando ya es tarde, demasiado tarde. La cultura ha muerto o en el mejor de los casos, ha quedado bajo mínimos y para unos pocos que ahora pasan a ser lunáticos. No tiene cabida en el gran show, no interesa, a ver si va a descarriar ovejas del rebaño, tan bien alienado, que día a día se acerca más a lo que el show quiere. A no pensar, a no ser críticos y a repetir consignas o eslóganes.

En el show los periodistas son bufones, los políticos robots, como esos que chocan

y rectifican para limpiar el suelo.

Tienen que ser carne de cañón, tienen que consumir y sudar la gota gorda cumpliendo horas de trabajo para seguir consumiendo. En el show los periodistas son bufones, los políticos robots, como esos que chocan y rectifican para limpiar el suelo. Tienen sus límites muy bien marcados por los dueños del show. No se les puede escapar una idea que haga pensar, que haga replantearse las cosas más allá de lo dictado.

Pero el espectáculo debe seguir y se pone emoción con rojos, azules, naranjas, morados e incluso, para dar algo de miedo, los verde claro, además de otros satélites en amarillo y otros colores que es la máxima expresión del permiso que permite el show. No hay que salirse de lo marcado, eso es terrible y toda la artillería de los periodistas bufones, con más o menos munición, se encargará de poner y quitar piezas, poner y quitar colores.

"¿Quién manda, quienes mandan? Da igual, si tú lo que quieres, es ser mandado"

En las butacas, ya se encargan los adictos aplaudidores de subir el tono, de enzarzarse en discusiones vacías y exentas de argumentos más allá de soflamas y fake news, las delicias de las redes. Ahí el ring es inmenso y camuflado, te puedes dar de leches con todo lo que se menea, un alivio inmenso para muchos, calentitos por el espectáculo, es la idea, así las plataformas digitales, también facturan como locos.

¿Quién manda, quienes mandan? A poco que pienses lo averiguas e incluso, hasta te puedes rebelar, con dificultades y bayonetas en contra, pero lo puedes hacer. Es difícil, la presión es inmensa y la alienación está servida para ser sectario y no moverse del público de este nefasto show.

¿Quién manda, quienes mandan? Da igual, si tú lo que quieres, es ser mandado. Pero sigue atenta y atento, que como buen show, siempre tiene sus sorpresas guardadas o


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