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  • Manuel Lucena Salmoral / Maskao

Los fantasmas de Elcano


Todo héroe tiene sus fantasmas y Juan Sebastián Elcano, también. Prófugo de la ley, amotinado contra Magallanes y capitán capaz de abandonar parte de su tripulación en la isla de Santiago, partió hace 500 años de Sanlúcar con la expedición de Hernando de Magallanes, que le ofrecería el honor de ser el primero en circunnavegar la tierra.

Por Manuel Lucena Salmoral / Maskao

Juan Sebastián Elcano. Litografía de 1852

Juan Sebastián Elcano nació en Guetaria sobre 1487 y un documento del Archivo de Simancas indica que tenía treinta y dos años en agosto de 1519. Firmaba frecuentemente como Joan Sebastián delcano, pero en su testamento escribió su nombre como Juan Sebastián del Cano. En los documentos oficiales aparece como Juan Sebastián de Elcano y en la historiografía, Juan Sebastián Elcano.

"Tenía 32 años cuando embarcó en la expedición de Magallanes"

Elkano es un toponímico vasco que significa: “paraje de heredades de labor”, como fue una altura donde convergían los límites municipales de los pueblos guipuzcoanos de Aya, Zarauz y Guetaria. Aya dependió antiguamente de esta barriada, llamándose Aya de Elkano. Su familia procedía de Elkano-barrena (Elcano de abajo), uno de los caseríos de aquella barriada. El solar donde nació, estaba situado encima de un acantilado. La casa existió hasta el incendio de 1836, cuando fue asaltada por las tropas carlistas.

Fue hijo de Domingo Sebastián de Elcano y de Catalina del Puerto. No se sabe nada del padre, que debió ser marino. En cuanto a su madre Catalina, era también de Guetaria. Ella tuvo ocho hijos, además de Juan Sebastián. Cuidó también de María, una hija que su marido había tenido con otra mujer, fuera del matrimonio. El hogar donde se crió Elcano debió ser el propio de una familia de pescadores, con muchas bocas que alimentar y pocos ingresos. Al parecer, el cabeza de familia, Domingo Sebastián, murió joven y la mujer quedó sola al frente del "familión" que sacó adelante con mucho esfuerzo. Catalina tenía buen temple, litigó durante veintisiete años después de la muerte de su hijo Sebastián, para poder cobrar lo que se le había prometido y no pagado.

Estatua de Elcano en Guetaria, obra del artista Ricardo Bellver de 1881

en mármol de Carrara / Marije Manterola Iribar

Un pariente de Zarauz fue el bachiller Gainza, que la ayudó a pedir al Rey el abono de lo que se le adeudaba. La última reclamación de Catalina es de 1553, poco antes de morir. La Corona no pagó y los descendientes de Elcano seguían reclamando, en 1567, los dineros que se debían. El rey Carlos I, eso sí, le concedió una renta anual de 500 ducados, una suma importante y, como escudo, una esfera del mundo con la leyenda en latín: «Primus Circumdedisti me» (Fuiste el primero que la vuelta me diste).

Retrato de Carlos I de España, posterior a 1515 por Bernard van Orley.

Juan Sebastián fue seguramente pescador desde su adolescencia, empezando como grumete en las embarcaciones de labor. Fernández de Navarrete, escritor e historiador, anota que aparte de ser pescador, practicó seguramente “el contrabando de buques con los puertos de la vecina Francia”. Lo único que se puede asegurar es que era un buen marino y vasco de una pieza. Lo primero se evidencia por el hecho de que sus compañeros le eligieran capitán de la nave que completó la vuelta al mundo. De lo segundo, existen algunas pruebas, como su laconismo y forma de expresarse en castellano. Así, por ejemplo, cuando señaló que no comenzó la redacción de su diario hasta después de morir Magallanes, lo dice sin más; sin explicar por qué no lo había hecho antes, ni por qué se le ocurrió entonces. Otra afirmación no menos lacónica, la hizo en su testamento, al dejar cien ducados a María Hernández de Hernialde, madre de su hijo Domingo. La explicación fue tan simple como decir: “por cuanto siendo moza virgen, la hube”. De su idioma castellano hay evidencias que demuestran que no era su lengua materna, confunde los números y los géneros, suprime o emplea mal los artículos y conjuga peor los verbos. El vasco era su lengua materna, y había aprendido el castellano andando por España.

De su vida juvenil sólo se sabe que tuvo amores con María Hernández de Hernialde, que le dio su único hijo, Domingo. A base de muchos sacrificios, Elcano logró reunir algún dinero para comprar una nave de doscientos toneles para mejorar su vida. Debió ser una buena embarcación, pues la puso al servicio de varias campañas militares, como las que hizo el cardenal Cisneros para conquistar Orán, Bujía y Trípoli (1509). Luego ingresó con ella en la armada que auxilió al Gran Capitán durante las guerras de Italia. Estas incursiones como armador y soldado debían haberle reportado unos buenos ingresos, pero no recibió un solo maravedí, ni por la nave, ni por sus servicios personales.

"Como proscrito, Elcano no podía embarcar, pero lo consiguió"

Elcano el delincuente

Tenía veintitrés años, los bolsillos vacíos y una nave en Italia. Pidió prestado dinero a unos comerciantes de Saboya, ofreciendo su nave como garantía. Las cosas fueron peor de lo que esperaba y no pudo devolver el dinero a los usureros, que le exigieron entonces la entrega de la embarcación. Elcano tuvo que darla y se situó fuera de la ley, ya que estaba prohibido vender embarcaciones armadas a extranjeros en tiempos de guerra. Fue un delito grave, como le indicó Carlos I el 13 de febrero de 1523. La pena establecida era entregar lo recibido por la nave y confiscación de la mitad de sus bienes, amén de prisión en la Corte. Elcano se vio así convertido en delincuente.

Perseguido por la justicia y sin medios, tuvo que abandonar Guetaria dejando a su hijo Domingo. Deambuló por varias ciudades españolas, posiblemente estuvo en la costa mediterránea, en Cataluña, en Valencia y Alicante. Su peregrinación de proscrito terminó finalmente en Sevilla, donde se encontraba en 1518, cuando se organizaba la armada de Magallanes para el descubrimiento de la Especiería (negocio del comercio de especias).

La ciudad de Sevilla desde Triana. A través del río Guadalquivir llegaba la Flota de Indias, la flota de galeones que conectaba a la ciudad con los virreinatos americanos / Alonso Sánchez Coello

Embarcado en Sevilla

El proyecto especiero había sido formalizado por Magallanes y Faleiro mediante capitulaciones del 22 de marzo de 1518 para ir a las islas Molucas, que se suponía estaban dentro de la jurisdicción castellana, pero descubriendo previamente un paso interoceánico que se intuía existente al sur del Río de la Plata.

Se alistaron cinco naos, que fueron la Trinidad, de 120 toneles; la San Antonio, de 120; la Concepción, de 90; la Victoria, de 85; y la Santiago, de 75. Se armaron y pertrecharon con alimentos para 756 días y baratijas para rescates, se embarcaron en ellas 265 hombres (según Pastells, Navarrete y Barros Arana) o 270 (en opinión de Medina). Todo ello costó 8.751.125 maravedís. Entre los enrolados figuraba Juan Sebastián Elcano, a quien, por las prisas o por alguna circunstancia que se desconoce, se le incluyó sin tener en cuenta su carácter de proscrito que le impedía embarcar en cualquier nave. Sin duda valoraron sus cualidades de marino y fue nombrado maestre de la nao Concepción, capitaneada por Gaspar de Quesada.

Salida desde Sevilla

La flota partió el 10 de agosto de 1519 del puerto de las Mulas, cerca de Triana, en Sevilla, hizo una escala en Sanlúcar de Barrameda donde se acabó de avituallar la escuadra que salió al amanecer del 20 de septiembre. Componían la expedición personas de varias nacionalidades: Españoles, entre ellos muchos vascos, portugueses, flamencos, franceses, alemanes, griegos e italianos. Tres años después, el 6 de septiembre de 1522, solo regresarían 18 hombres.

Recreación virtual de la Sanlúcar del siglo XVI que viera partir a las cinco naos de Hernando de Magallanes (Trinidad, Victoria, Concepción, Santiago y San Antonio) el 20 de septiembre de 1519 / sanlucarprimeravueltaalmundo.com

Fue a Tenerife y luego a Brasil. Bajó después por la costa suramericana hasta el puerto de San Julián.

El inicio del viaje fue protagonizado por Magallanes y Elcano cumplía con su deber. Pero en San Julián participó en el motín contra Magallanes, sin especial relevancia, por lo que fue perdonado. Su actuación fue sumarse al grupo que exigió a Magallanes que informase a los capitanes de su derrotero, esto se lo pidieron a Elcano, Cartagena y Quesada, por ser maestre de la Concepción. Elcano declaró más tarde, que la figura de Magallanes no era santo de su devoción, por su autoritarismo y por marginar a los españoles en los mandos de la armada.

Siguieron singladura hasta el descubrimiento del estrecho. La Santiago naufragó en la bahía de Santa Cruz y luego la San Antonio desertó y regresó a España. Las tres naves restantes salieron al Pacífico el 27 de noviembre hacia las islas Marianas (6 de marzo de 1521) y luego hasta las Filipinas (16 de marzo). Magallanes desembarcó en Cebú y murió en Mactan el 27 de abril de 1521.

Así las cosas, Juan Lopez de Carvalho quedó como capitán de la Trinidad; Gonzalo Gómez de Espinosa quedó al mando de la Victoria y Sebastián Elcano, de la Concepción. Como esta última iba mal fue necesario destruirla, quedando sólo dos naves; la Trinidad, mandada por Gómez de Espinosa, y la Victoria, mandada por Elcano.

"Elcano debía realizar el regreso sin escalas, una locura"

Llegada a las Molucas

Las dos naves llegaron a las islas Molucas el 7 de noviembre de 1521. Allí hicieron amistad con el rey Almanzor de la isla de Tidore, cargaron las especies y se dispusieron a regresar a España. Pero un portugués llamado Alfonso de Lorosa les advirtió que el rey don Manuel de Portugal, había enviado una poderosa armada para expulsarles de las Molucas, lo que les hizo acelerar los preparativos. Terminaron de cargar las especias, avituallaron las naves y el 18 de diciembre zarparon de Tidore, dispuestos a volver al Estrecho de Magallanes, por donde habían venido. Al salir la Trinidad no podía navegar a causa de las vías de agua. Regresaron a Tidore e intentaron arreglarlas inútilmente, la reparación sería lenta y los portugueses podrían atacar en cualquier momento, los dos capitanes, Elcano y Gómez de Espinosa, decidieron el 20 de diciembre que la nao Trinidad se quedase allí hasta que estuviera reparada y que la otra nao, la Victoria, partiera de inmediato hacia España mandada por Elcano y por la ruta portuguesa, completando así la vuelta al mundo. Para evitar caer en manos enemigas, debía realizar la travesía sin escalas, lo que era una locura.

Elcano aligeró su nave sacando quintales de clavo de la carga y pidió voluntarios que le acompañaran, quedándose el resto para embarcar en la Trinidad cuando estuviese reparada, o en otra nave de la flota española que pasara por allí. Sólo se apuntaron cuarenta y siete hombres (más trece indios esclavos), quedando en tierra los cincuenta y nueve restantes. El 21 de diciembre la pequeña nao zarpaba de Tidore hacia la aventura náutica más temeraria de la historia.

Réplica de la nao Victoria en la Expo de Nagoya 2005, en Japón. Era una cáscara de nuez / Wikimedia

El terrible regreso

La Victoria se dirigió a la isla Mare y continuó con rumbo sur por el mar de Banda hacia la isla Timor. Los vientos no eran favorables y la obligaron a realizar algunas escalas no previstas. Bajó hasta los 7 grados y medio de latitud Sur, llegando hasta las islas Damar, luego a la isla Malúa (Moa), donde carenaron un costado del navío, y finalmente a Timor (26 de enero de 1522). En esta isla se aprovisionó de alimentos, leña y agua, ya que desde allí pensaba Elcano seguir una travesía directa a España. Zarpó de Timor el 11 de febrero de 1522, dispuesto a navegar los treinta mil kilómetros que le separaban de Sevilla.

Elcano condujo la nao Victoria hasta las proximidades de Sumatra, frente a la península de Malaca, desde donde cruzó el ecuador. Para no encontrarse con los portugueses, dejó a su mano derecha la costa de la India mayor. Esto le permitió recoger durante dos meses los monzones de invierno en el hemisferio Sur, con los que cruzó el Índico. Las provisiones se acababan y la comida se redujo a arroz y agua hedionda. A los calores tropicales le sucedieron intensos fríos, que aumentaban al situarse a la altura del cabo de Buena Esperanza. El escorbuto apareció nuevamente y los marinos estaban agotados.

La nao seguía haciendo agua; los tripulantes suplicaron arribar a Mozambique para pedir ayuda a los portugueses, pero Elcano se opuso y siguió hacia el sur de África, donde afrontaron el reto de poder doblar el cabo de Buena Esperanza. El frío era insoportable y nadie tenía ropa de abrigo. Intentaron cruzarlo pero los vientos soplaban en direcciones contrarias. El capitán intentó localizarlos desde el Este y los encontró, pero eran demasiado fuertes e impedían avanzar con dirección occidental.

Antonio Pigafetta, tripulante y cronista del viaje de Elcano

Durante muchos días, trató de ganar longitud, pero fue inútil; la Victoria era continuamente zarandeada por el mar y no conseguía enderezar el rumbo. El frío y la lluvia arreciaban y tal como escribió Pigafetta, cronista del viaje: “tuvimos que permanecer nueve semanas enfrente de este Cabo, con las velas recogidas, a causa de los vientos del Oeste y del Noroeste, que tuvimos constantemente y que acaba- ron en una horrible tempestad”.

Elcano era un marino tozudo. Reunió a sus hombres y les dijo que iba a intentar doblar el cabo pegado a la costa y corriendo el peligro de encontrarse con los portugueses o de estrellarse contra el litoral. El 6 de mayo de 1522, como señala Pigafetta “doblamos el terrible Cabo; pero tuvimos que aproximarnos a él una distancia de cinco leguas, sin lo cual nunca hubiéramos pasado”.

Empezó a ascender por la costa africana, ayudado por la corriente de Benguela y luego por los alisios. El calor era cada vez más insoportable, a medida que se aproximaban al ecuador terrestre. Fue un mes de mayo espantoso, luchando contra el hambre, la sed y las enfermedades. Murieron trece tripulantes y ocho indios.

"El viaje alcanzó entonces su mayor dramatismo al faltar el arroz que no bastaría para alimentar a la tripulación hasta llegar a España"

Próximos al ecuador, Elcano ordenó alejarse de la costa para evitar las factorías lusitanas. El viaje alcanzó entonces su mayor dramatismo al faltar el arroz que no bastaría para alimentar a la tripulación hasta llegar a España. Por otra parte, la Victoria seguía haciendo agua que era necesario achicar; un esfuerzo extraordinario para unos hombres sedientos, hambrientos y exhaustos. Tomó entonces la decisión de hacer una escala en Cabo Verde, ya que era la única forma de sobrevivir. El miércoles 9 de julio de 1522 avistaron las islas de Cabo Verde y la nao Victoria se dirigió hacia ellas.

Elcano tiene un plan

Elcano reunió a la tripulación y expuso su plan. Fondearían en el archipiélago portugués, y pidió a todos guardar silencio sobre la singladura que traían. Ninguno debía decir que procedían de las islas Molucas, sino de América. Los malayos fueron encerrados para que no fueran reconocidos.

Arribaron al puerto del Río Grande, en la isla de Santiago. Al llegar, se levantó mal tiempo, picándose la mar. Elcano tuvo miedo de que un bandazo pudiera dañar la quilla, que estaba ya bastante deteriorada y ordenó volver mar adentro. Pasada la tormenta, se acercó al puerto y ancló la nave. Era mejor aprovisionarse mediante una chalupa, que fondear en el mismo puerto, donde la nao sería más visible. Eligió los doce hombres que parecían más saludables para bajar a tierra, a por agua, carne, pan y negros para dar a la bomba de achique.

Los españoles pagaron los bastimentos de los dos primeros viajes con las mercancías que les quedaban, pero necesitaban comprar unos esclavos para darle a la bomba de achique, así como carne y pan, que no veían hacía mucho tiempo.

"Llegaron a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522. Volvieron 18 hombres cadavéricos de 265 que salieron de Sevilla tres años antes"

Pidieron a los portugueses permiso para pagar con el clavo que llevaban a bordo, no tenían nada más que ofrecer a cambio. Se cargaron tres quintales de clavo en la chalupa, pero esta vez el producto que ofrecieron para el intercambio, despertó las sospechas de los portugueses. El gobernador comprendió el engaño y ordenó capturar la chalupa y sus doce marineros. Los tripulantes de la nao Victoria vieron todo desde cubierta. Entonces, Juan Sebastián Elcano tomó una rápida decisión. Mandó cortar el cable del ancla y soltar el trapo. La nao abandonó Santiago a toda vela, dejando en tierra a sus doce compañeros. Era el 15 de julio de 1522.

Llegada de la nao Victoria a Sevilla, el 8 de septiembre de 1522 / Obra del pintor Elías Salaverría

La travesía hasta España se hizo en unas condiciones pésimas, tardando veintiocho días en llegar. Finalmente, alcanzaron Sanlúcar de Barrameda el día 6 de septiembre de 1522. A bordo de la Victoria venían dieciocho hombres cadavéricos, que no podían ni bajar a tierra. Fue una hazaña colosal, sin duda, donde además de Elcano, merecen un reconocimiento todos los que participaron, incluso, los fantasmas del marino o


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