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  • Fran Sánchez

El poder infame


Si uno no ha perdido ya el norte y la conciencia de ser persona, asiste atónito a la deriva que está tomando el mundo y sus sociedades, que en realidad, aunque parezcan muchas y diversas, son cada vez más iguales bajo una misma ideología: el poder absoluto del mercado, para someternos sin demasiados problemas. Una ley del embudo como la copa de un pino pero, con una pátina de democracia, justicia y todas esas palabras grandilocuentes para embaucar las mentes perezosas, pendientes de fakes o vídeos chorras en el whatsapp. Son los mismos cerebros huecos que, con tremendo bagaje cultural, se erigen como formados debatientes en foros, chats y redes sociales. Y así nos va. ¡Viva la mediocridad!

Nos vamos convirtiendo en robots enjaulados aunque creamos que vivimos en libertad.

Con este panorama, la tropa de zombis ideológicos crece como la espuma y vocea, aplaude o aúpa a auténticos mentecatos como líderes políticos que, para más infortunio, son los que manejan nuestras vidas con sus decisiones, sus leyes y sus estrangulamientos de derechos civiles y laborales, entre otros derechos que se están pisoteando. Y todo ello, en el nombre de los ciudadanos. Es decir, les hemos dado un cheque en blanco para que nos arreen. Pero los muy tontos, o sea nosotros, nos encargamos, además, de hacer el trabajo sucio con nuestras riñas online, en chats o comentarios en periódicos y redes sociales. El esparcimiento de sandeces, en su gran mayoría en formato de comentarios encendidos, es el abono perfecto para destruir todo lo conseguido hasta la fecha. Tú, dales ideas.

Ya han dado por buena la presencia de la ultra derecha en la política, qué más da, todo por el poder y por ende, por la pasta. Quién no se haya enterado que el poder es el dinero, debe hacer ya un curso acelerado de: "entérate en qué mundo vives". Las ideologías están en coma, excepto la de pillar poder como sea. La mentira se ha erigido como la gran verdad y la deshumanización se ha disfrazado de "leyes a respetar". Por eso y sin sonrojo, nos importa un pimiento que personas como tú y como yo, estén a la deriva tras ser rescatados en el mar, parece que la medida para volvernos solidarios, empáticos y humanos, es la de la cercanía: "si es familiar, hijo, amigo o buen conocido, se le ayuda, si no, nos importa un bledo". Y en ese caso, buscaremos todas las artimañas del mundo para disfrazar un discurso inhumano y xenófobo, llegando a inculpar a personas que se juegan la vida por rescatar a otras. ¿Este es el mundo mejor que queremos?

"Leer a mujeres con el discurso equívoco de que no hace falta reivindicar nada, es el claro ejemplo de que ya no entendemos nada"

La involución ha llegado y, en gran medida, por no decir al completo, con nuestra complicidad. El reconocimiento del sistema patriarcal y la reivindicación de igualdad de la mujer, lo hemos convertido en hacer aflorar la escoria del pensamiento, con una serie de definiciones a medida de lo que es el feminismo con tal de no reconocer lo que significa realmente. Leer a mujeres con el discurso equívoco de que no hace falta reivindicar nada, porque ellas mismas han hecho su vida a su aire, es el claro ejemplo de que ya no entendemos nada, pero es que además, dan carnaza a los cromañones deseosos de estupideces para añadir a su argumentario.

El poder siempre ha sido infame, pero es que ahora, y después de haber probado ciertas mieles progresistas que auguraban tiempos mejores, hemos vuelto atrás. Es preocupante porque conocíamos otras formas, otras justicias y solidaridades que no gustaban al poder. Nos quiere sumisos bajo su ideología neoliberal, con la que terminaremos pagando hasta por respirar, cada vez más pobres y endeudados. Poder infame que nos ha inoculado la complacencia, las redes e internet nos espían, saben todo de nosotros y los algoritmos marcan tendencias y vislumbran los movimientos futuros de las sociedades, nuestras charlas online se convierten en jugosos datos que se venden; pero ahí estamos, como campeones, facilitando el trabajo sucio y aplaudiendo.

Y solo he citado dos o tres menudencias que delatan cómo, paso a paso, nos vamos convirtiendo en robots enjaulados aunque creamos que vivimos en libertad. Sigamos, pues o


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