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  • Pedro Miguel

Canaperos


No se notan, nadie sabe quiénes son ni qué hacen. Pero ahí están. Son amables, correctos, educados y no se meten con nadie. Pero están fuera de lugar. Son conocidos como "canaperos"; esto es, profesionales de los canapés. Que los hay. Esto es, un grupo de personas, jubilados en su mayor parte, que se presentan en cualquier acontecimiento social y participan y disfrutan de ágapes, degustaciones, refrigerios y hasta de los encuentros eufemísticamente convocados como "un vino español", con los que se rematan conferencias, presentaciones y todo tipo de acontecimientos sociales.

Los canaperos / Ilustración Maskao

Están ahí, siempre, pero nadie les ha llamado. No molestan pero no deben estar ahí.

El "canaperismo" es un deporte alimenticio que cuenta ya con auténticas estrellas. Van vestidos para la ocasión, están bien educados por lo general, son silenciosos, no llaman la atención... ¿En qué consiste, por tanto, esta actividad? Y baten récords de asistencia a todo tipo de eventos: desde conferencias sobre el paleolítico a la presentación del último libro de un autor conocido o la inauguración de una exposición de cualquier género o tendencia. Aguantan estoicamente el parlamento más abstruso mostrando cara de seguir la intervención con gran interés. Y si por una de esas casualidades de la vida se cruzan con quien ha intervenido en el acto, no rehúyen el saludo, estrechan su mano y hasta le felicitan efusivamente por el gran acierto de su disertación, sus novedosas ideas y los profundos conocimientos de que ha hecho gala.

Todo un arte, sin duda.

¿Cómo funciona esta picaresca? Es sencillo: uno de los integrantes del grupo se molesta -practicando la lectura del periódico o a través de una radio local- de los actos programados. Que, por lo general, no requieren una invitación de acceso. Pasa el queo al resto del grupo y allí que se presentan, saludando incluso al portero y a los agentes de seguridad que custodian la entrada. Todo normal. No llaman la atención por su aspecto y, por lo general, no despiertan sospecha alguna. Siguen desde el principio el acto programado y, a su término, se incorporan con entusiasmo disimulado al lunch que distribuyen camareros y camareras, cerca de su salida a la sala, sin rechazar nunca una oferta de vino o de viandas. Y si no ofrecen lo que les apetece, especialmente en las bebidas, hasta lo piden con un descaro digno de mejor causa. Como invitados al uso.

Su especialidad son los canapés. De ahí su sobrenombre. Si uno fija su atención en cualquiera de ellos, puede comprobar que devoran los canapés con especial fruición. Y si los camareros no andan especialmente pendientes, hacen acopio de viandas en sus bolsos -las señoras- y hasta en los bolsillos de la chaqueta los caballeros. ¿Es hambre? ¿O que las exiguas pensiones no dan para acabar el mes? ¿O, tal vez, que hay más bocas en casa y, de esta forma, se pueden ahorrar una cena?

"No roban, no tienen ningún peligro ni hacen daño a nadie. Sólo comen canapés..."

No se puede juzgar su conducta, porque no han hecho público el por qué de su comportamiento. Lo que sí es seguro es que no lo hacen por vicio, sino más bien por necesidad. Y dan pena. Sus recursos escénicos a la hora de colarse y de disfrutar del ágape demuestra una gran imaginación y saber estar, Incluso llegan a participar en tertulias con algunos de los invitados. No son una plaga, pero puede normalizarse su comportamiento. Lo que ocurre es que también los seguratas, a fuerza de ver siempre las mismas caras e idénticos personajes repetidores, los tienen localizados y terminan expulsándolos. Con enorme educación y guante de seda, eso sí, porque quien sabe si, en el fondo, no les dan también a ellos un poquito de pena... Ya que, como decía uno de ellos, "no roban, no tienen ningún peligro ni hacen daño a nadie". Sólo comen canapés...


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