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  • Pedro Miguel

Escayola


No es una epidemia, aunque lo parezca. Sin embargo, aquí, el virus es manifiestamente municipal. Y peligroso, por añadidura. Basta fijarse en cómo abundan las escayolas -ortopédicas, por supuesto, que escultores, albañiles

y pintores no tienen ninguna culpa-, como abundan las escayolas, decía, en nuestras calles. Se trata de una buena cosecha, ciertamente. Aunque, a juicio de algunos, sea más bien fruta del tiempo. Y no les falta cierta razón: en pleno enero, con hielo y nieves, los patinazos están garantizados. Y las caídas. Y las visitas a las urgencias hospitalarias. Pero, claro, el blanco del ambiente también se debe, y no en pequeña parte, a la profusión

de yesos y escayolas que proliferan en nuestras calles.

De aceras y escayolas

Y no es hablar por hablar. Este pobrecito escribidor -y que me perdone Larra por versionar aquí el título de su revista satírica- ha recorrido servicios de urgencia y departamentos de traumatología y en todos han confirmado que se detecta un incremento notable en el número de fracturas óseas: piernas, tobillos, codos, brazos, clavículas... Todo un extenso surtido entre el que poder elegir cuando se produce el tropezón. Y no es accidental ni anecdótico, porque tiene una causa muy concreta: el pésimo estado de calzadas y aceras, con desniveles, pequeños hundimientos, baldosines sueltos o desaparecidos, deterioros permanentes del firme cuyo arreglo nunca llega... Y, claro, la desatención municipal -de muchos municipios, por no decir todos- deriva, siempre, en trampas insalvables. Y así nos va.

No es peccata minuta. Porque pasa el tiempo y aquí nadie arregla nada. Un simple paseo por el centro de una localidad cualquiera nos da la razón: muchos resultan prácticamente intransitables. Y sin embargo, al mismo tiempo las reparaciones están a la orden del día. O casi. ¿Qué está pasando aquí? Lo de siempre: vienen los obreros, que trabajan por subcontrata of course, hacen el apaño y aquí paz y después gloria.

Nadie se ocupa de comprobar si esa reparación es correcta y duradera. La propia empresa, u otra empresa mejor relacionada que es la que se ha llevado el contrato y la que ha subcontratado el servicio -¡y de cobrar!-, no disponen de encargados, ni mucho menos de inspectores, para comprobar la calidad de la obra y de los materiales utilizados, y si su ejecución (léase solución) son las correctas. Y el Ayuntamiento, menos: aunque todos los municipios disponen de un área de obras, ¿quién controla la calidad final y lleva a cabo un seguimiento constante de estas pequeñas obras, a lo largo de meses, para evitar que los deterioros se eternicen dando a los ciudadanos gato por liebre?

"Por postureo; por puro postureo. Es la moda. Y punto."

Si al menos disfrutásemos, para estos casos de mal estado del firme, de una normativa similar a la que rige en varios estados de los USA, las arcas municipales quedarían exhaustas para pagar las indemnizaciones a que daría lugar tal desinterés y abandono por parte de ediles y corporaciones. La única reacción a este incremento ascendente de fracturas, esguinces y lesiones lo han dado hoy los propios usuarios -los vecinos, como siempre- que aprovechan tan adversa coyuntura para lucir las últimas novedades en material ortopédico. Porque las clásicas escayolas, las férulas y los vendajes de tensoplast (o vendas elásticas adhesivas), amén de muñequeras, tobilleras, rodilleras, vendajes e inmovilizadores de todo tipo, se están viendo sustituidos con gran éxito por curiosos artefactos, muy en boga hoy en día.

A nadie le extraña ver ya por nuestras calles esa especie de medias piernas, que cubren desde la rodilla hasta

la punta del pie, de silicona y material termoplástico, incluso con partes metálicas, cuyas características más destacadas son su color negro y las largas tiras de velcro con que se ajustan. Al decir de las ortopedias consultadas, pueden ser tan eficaces como las escayolas de toda la vida. Pero resultan más caras. En el caso de las medias piernas, que reciben el nombre de "Walker", la Seguridad Social, al menos en alguna Comunidad como Madrid, corre con la mitad del importe (unos 140/150 euros, de los que reembolsa 58, cumpliendo ciertos requisitos, como que sean recetados por el traumatólogo). Entonces, uno no acierta a comprender el por qué de esta moda que exige un gasto innecesario. La clave la dio uno de esos ortopedas: "Por postureo; por puro postureo. Es la moda. Y punto."

En fin: no tenemos arreglo...

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