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  • Fran Sánchez

Estado aconfesional


No descubro nada nuevo si digo que la Constitución Española se respeta "de aquella manera", y eso, a pesar de que en los últimos tiempos las vestiduras rasgadas se acumulan por las esquinas pidiendo que se respeten hasta las comas del texto magno. Según para qué, así de hiperbólicos se muestran algunos. El repaso de incumplimientos de la Constitución es amplio, con principios grandilocuentes que en realidad, no son más que un brindis al sol y un buen catálogo de contradicciones como el de la España aconfesional.

El artículo 16 de la Constitución Española.

1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.

2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.

3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.

En el punto 3, ya hay un guiño a la Iglesia Católica. Cierto es también, que un estado aconfesional puede tener acuerdos (colaborativos o de ayuda económica principalmente) con ciertas instituciones religiosas.

Por eso el estado español aporta 11.000 millones de euros anuales a la iglesia católica, vemos a cargos públicos jurando delante de crucifijos y biblias o se condecoran vírgenes dentro de un surrealismo extremo en pleno Siglo XXI. Así también, asignaturas como la religión entran y salen de los planes educativos dependiendo de quienes gobiernen. Un desafortunado y tozudo acto de fe que descoloca a los niños, conocedores de que la evolución humana nada tiene que ver con el creacionismo.

"Hay una imposición brutal de las religiones y sus principios"

Somos de un estricto supino posicionándonos en contra de imposiciones ideológicas a nuestros hijos y nuestra sociedad, sin embargo, ¿por qué seguimos aceptando sin rechistar, actos de fe y ciencia infusa en el desarrollo político y social de los países? Hay una imposición brutal de las religiones y sus principios. Si fuera cualquier otra ideología la que reclutara a los críos a los pocos días de nacer, como se hace con el bautismo, pondríamos el grito en el cielo. ¿Por qué con la religión no?

Los actos de fe son muy respetables, que cada uno crea en lo que quiera, faltaría más. Pero esos actos, tan personales y confusos, no pueden formar parte del designio de las sociedades y del mundo. Y menos aún, con religiones que se han dedicado a frenar cualquier avance o evolución que no se ajuste a sus ideas.

No obstante y cual camaleón, han mutado sus principios para adaptarse a las distintas épocas, aunque haya sido

a regañadientes y para no quedarse fuera de juego. Cuando la religión afirma hechos y éstos entran en conflicto con la evidencia científica, la religión corre el riesgo de perder adeptos.

Ahí tenemos a Miguel Servet (1509-1553) que murió en la hoguera por describir la circulación de la sangre y cómo se mezcla con el aire en los pulmones. O Galileo, que por defender que el "Sol es el centro del mundo y está inmóvil, y que la Tierra no es el centro y se mueve”, iba a ser torturado en el potro, finalmente se retractó. También fueron perseguidos por la Iglesia personajes como Copérnico, Kepler o Descartes, entre otros.

Tampoco podemos olvidar los horribles escándalos de pedofilia en el seno de la iglesia católica o sus bendiciones

a dictadores y sus dictaduras. Todo un currículo de podredumbre que no es precisamente el mejor aval para pertenecer y permanecer en la cúpula ideológica de las sociedades modernas del SXXI.

Hoy, de forma más sibilina, la religión sigue con su ideología inquisidora pero incrustada en constituciones que abogan por las libertades. ¿Contradicción?, no, es una inmensa anomalía a corregir.

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