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  • Jaime Becerra

Con alma de luthier


Se define como un estudioso de la madera ya que siempre ha procurado entenderla desde su raíz. En la actualidad es el único luthier constructor en Cádiz y después de haber sido joyero, ebanista o haber hecho cajas de muerto.

Fernando Hermida, luthier Foto Jaime Becerra

En la calle Colón número trece de Cádiz, se encuentra casi escondido un pequeño taller "nevado" de serrín

y tachonado con trozos de madera, piezas de guitarras, plantillas, prensas, pequeñas cajitas, sierras, lijas y diversas herramientas para la construcción de sus instrumentos. Es el santuario de Fernando Hermida, un luthier muy especial, un filósofo del sonido, del timbre y por encima de todo, de la madera, la materia que da origen a toda una pasión, a un concepto de vida y a sus guitarras.

Y en medio de este "desorden" meticulosamente ordenado, nos recibe Fernando que dicta las últimas instrucciones a Eva, su aprendiz, antes de empezar la entrevista. Detrás de un rostro serio al principio, se descubre una persona afable y de gran sensibilidad, con un torrente de conocimiento casi metafísico del oficio, nos relata su viaje entre maderas y cuerdas hasta enseñarnos el alma.

¿De dónde eres, Fernando?

De Cádiz como las piedras ostioneas, soy del barrio de Santa María.

¿Cómo empiezas con el oficio?

Empecé estudiando bellas artes, en 1978 me matriculé en ebanistería donde hice mi primera incursión a la luthería. Pero lo dejé por razones de trabajo y me dediqué a la ebanistería, estuve muchos años construyendo y restaurando mobiliario. Ya con el paso del tiempo y porque me había atrapado desde joven, volví a la luthería.

Yo amo este oficio.

¿Por qué luthier?

Es una forma de regalar, empieza desde la naturaleza y te demuestra que eres una mera herramienta en el oficio. Porque esto empieza desde que se planta el árbol y pasan cientos de años hasta que llega a nuestras manos. Los luthieres, lo único que hacemos es transformar la materia. Y eso se aprende a lo largo de muchos años, porque la materia está viva, te habla, tú no la trabajas para lo que tú quieres, ella te dicta las direcciones de corte para trabajarla, esas sensaciones no me las ha aportado ningún otro material. Es como un pulso contra la materia y a partir de ahí, construir algo tan hermoso como un instrumento musical.

Si la ebanistería es bonita, esta rama es el sumun.

Eva, aprendiz de luthier, junto a Fernando en el taller del maestro en Cádiz

Foto Jaime Becerra

¿Cualquiera puede ser luthier?

En la Escuela de luthería de Cremona, en Italia, hay un baremo de éxito. Y de todas las personas que inician la carrera, sólo un 40% terminan viviendo del oficio. Es decir, es muy difícil. Aquí el nivel de éxito tiene que ser desde el principio, si tú no consigues un buen instrumento desde el principio, no hay vuelta atrás, no hay segunda oportunidad. Hay personas que emocionalmente forman parte de la materia que están trabajando, y esas son las diferentes. Yo creo que no todo el mundo podría ser luthier.

¿El luthier debe saber tocar la guitarra?

Yo no sé tocar la guitarra, y mis instrumentos los adquieren músicos que se van contentos con los resultados, son los que ellos quieren. Todos buscamos el alma de la guitarra, que es el alma del constructor, el amor que le pone, el oído que le imprime a la tabla, yo he aprendido a leer la tabla, a oír donde tiene exceso de madera, donde se le puede quitar un poco para que suenen más los graves o los agudos. La tabla es la parte delantera del instrumento, que es la más importante. A partir de ahí están las diferencias de sonido y todos buscan un sonido específico; un sonido de Romanillos (afamado guitarrero) o un sonido de Conde (también guitarrero), por poner dos ejemplos, porque todos los constructores tienen unas particularidades en su sonido que se consiguen a través del tiempo.

“muchísimos flamencos han adoptado el palo santo como sonido por la profundidad”

¿Solo haces guitarras clásicas y flamencas?

Laudes, bandurrias, todo lo que se relacione con instrumentos de aquí de Cádiz. Con el tema del carnaval utilizamos mucha bandurria, laúd, las guitarras por supuesto, guitarra flamenca o clásicas por el tema de la tuna. Aquí hay una cultura musical muy amplia, cuando no se está haciendo una cosa se está haciendo otra. También se restauran muchos instrumentos antiguos, Cádiz fue cuna de la luthería en el 1800 y hay mucho que restaurar de coleccionistas que nos traen sus instrumentos con cien o ciento cincuenta años.

¿Cuál es la guitarra que mas trabajo te ha dado?

Fue una restauración de una guitarra de los años 70, no era muy antigua, pero era de una dificultad extrema. Se trataba de una guitarra americana de la marca Ovation. Y a esa guitarra, los guitarristas le tienen manía porque el cuerpo es de fibra y es como una palangana, es redondeada. Con las guitarras nuestras tenemos márgenes para sujetar todos los útiles cuando se encorda, pero a esa guitarra se le cambió la tapa, que es la pieza más complicada de cambiar, y al no tener sujeción, más el tener que pegar una materia viva como la madera con una materia inerte como es la fibra de vidrio, todo era complicado, todo era nuevo y fue un reto. Al final, fue un éxito rotundo.

El dueño quería cambiarle el sonido americano que es muy peculiar, muy metálico, a un sonido más europeo. Conseguimos el sonido, conseguimos que la guitarra fuera bella y todo en su sitio.

Eso lo recuerdo con mucho cariño.

Trozos de diferentes maderas para hacer la ornamentación de las guitarras.

Pequeñas filigranas diseñadas de forma única para cada instrumento.

Es un proceso largo y delicado. Foto Jaime Becerra

¿Qué es lo más delicado a la hora de hacer una guitarra?

Escoger las maderas, tienen que ser maderas muy secas. El 90% de la guitarra está en la tapa, el resto forma parte de la ornamentación, la comodidad y el timbre que depende de la parte de detrás. Sonaría a flamenco si tiene ciprés, sonaría a clásico si está hecha de palo santo, sonaría más suave si están hechas de caoba, pero la tapa, solo se hace de dos maneras en el mundo: el cedro canadiense y el abeto alemán, ahí es donde te la juegas porque hay muchísimas calidades, depende de cómo esté cortado, los años que tenga de secado o cómo esté ordenada la fibra, ahí empieza la complicación.

¿Cómo consigues los materiales?

Tú pagas calidades. Lo que pasa es que a los proveedores no es que los tengas a un tiro de piedra, es importante que tengas un trato lo más cordial y directo con ellos para que te puedan garantizar un material de primera calidad. Si tú pudieras ir a escoger la madera, y estamos hablando de Madrid y Valencia, a dónde todos los días no puedes desplazarte, entonces no habría ningún problema porque tú escoges tus maderas por el timbre, por el sonido, por la forma de la veta y a partir de ahí te garantizas el mayor éxito posible.

Embaretado y pegado del abanico armónico sobre la solera.

La dedicatoria y firma es de Tim Ries, músico saxofonista americano

de enorme prestigio que ha acompañado en varias giras

mundiales a Rolling Stones. Ries, tras visitar el taller

de Fernando Hermida quedó fascinado y desde

entonces les une una buena amistad.

¿Qué maderas son las más utilizadas?

La más frecuente es el abeto alemán para las tapas, salvo que el cliente escoja el cedro. En los cuerpos usamos palo rojo, fresno, palo santo de India, bubinga... Lo que es el mástil, en todas las guitarras, debe ser de cedro del Líbano, por la estabilidad.

“El maestro que tuve fue José Luis Romanillos, el mejor constructor vivo de guitarras del mundo”

¿En qué se diferencia una guitarra clásica y una flamenca?

Básicamente, son diferencias mínimas. Al margen que el ciprés es para la guitarra flamenca y la de palo santo de India es para la clásica, lo que es el abanico armónico se suele usar el mismo, pero cambian las alturas de puente de cuerdas porque tocan de diferente manera. La altura de las cuerdas a la boca es más baja en la de flamenco que en la clásica. Pero hoy, las diferencias de maderas casi han desaparecido porque hay muchísimos flamencos que han adoptado el palo santo como sonido por la profundidad, le sacan más partido. Ahora mismo se han roto los cánones en cuanto a timbre, ese partido ya se lo saca el guitarrista. De ese cambio se encargó Paco de Lucía, de cambiar el toque, la forma de tocar, de que un guitarrista solo parecieran cuatro guitarristas y eso ahora es imparable. Eso sí, con la velocidad que toca un guitarrista flamenco, necesita todo más bajo, como un coche que se pega al suelo. Y el clásico toca más pausado, toca con la guitarra dirigida hacia arriba y necesita más proyección desde la cuerda hasta la boca.

¿Me puedes contar el proceso para construir una guitarra?

En mí es muy complicado porque yo soy muy anárquico trabajando. No me gusta empezar siempre por el mismo sitio. Hay personas que trabajan más cómodas llevando unas pautas, yo no, mi propia inquietud hay veces que me hace abandonar lo que estoy haciendo para empezar otra cosa, para no hastiarme. Así es que no podría decirte

un proceso, porque he practicado esta forma de trabajo toda la vida, me ha funcionado y además me ha resultado divertida.

Fernando Hermida en la calle Colón de Cádiz y frente a su taller. Foto Jaime Becerra

Entonces, la forma de trabajar depende del encargo que te hacen.

Evidentemente, yo no he repetido una guitarra nunca. El cliente le pone el nombre a la guitarra y a partir de aquí, la guitarra tiene un sentimiento u otro. Esta última que vamos a entregar, tiene el nombre de la abuela del dueño de la guitarra. Y a él le provoca unas sensaciones que te las transmite también a ti, vas trabajando en función del guitarrista y el sentimiento que él quiere en esa guitarra. El alma se la da el constructor.

¿Has tenido algún maestro?

El maestro que tuve fue José Luis Romanillos, el mejor constructor vivo de guitarras del mundo. Y tuve la suerte de tenerlo aquí una temporada, investigando en Cádiz guitarras antiguas. El me enseñó el camino adecuado y a partir de ahí no me desvié y se lo agradezco, ha sido de las sensaciones más impresionantes que he tenido en mi vida.

¿Aconsejas a los guitarristas?

Primero me gusta saber con lo que están tratando en ese momento. Al último guitarrista que estuvo aquí para contratar una guitarra, le dije que me trajera la guitarra con la que él tocaba, hice mis averiguaciones sobre esa guitarra, lo oí tocar, lo oí tocar una mía y a partir de ahí tú haces tus cábalas, intentas que se parezca lo más posible al sonido ese pero con tú personalidad, es una especie de transición que hacemos juntos. Después la va probando durante la construcción, hacemos cambios hasta que quede a su gusto, está hecha a medida.

¿Cuánto se tarda en hacer una guitarra?

Entre mes y medio y dos meses, dependiendo de la dificultad de la guitarra. Esta, por ejemplo, lleva un motivo decorativo muy complicado y podemos hablar de unas semanas más. Cada guitarra tiene un fileteado específico, esta otra, tiene un fileteado de espiga pero en un sentido, puede ser en dos sentidos y evidentemente tiene muchos más pasos.

Ornamentación y marca del luthier gaditano compuesta por las típicas garitas de la ciudad.

Foto Jaime Becerra

Tu sello, tu marca en las guitarras, es algo muy gaditano.

Si, son las garitas de aquí de Cádiz que van en la cabeza y en la boca.

¿Qué guitarristas destacados tienen guitarras tuyas?

Ahora mismo, encargos tenemos para varios guitarristas buenos como Oscar Lago, un flamenco muy importante, para Andrés Martín o Antonio Gómez, nosotros poco a poco vamos creciendo, sin prisas.

¿Tienes un cálculo de cuántas guitarras has hecho a día de hoy?

No, no porque en mi segunda etapa de la construcción de guitarras llevo cinco años y puedo haber montado unas veinte guitarras más o menos. La construcción de la guitarra artesana, está en unas diez o doce guitarras al año. Pero yo calculo que unas 30 guitarras tenemos ya hechas.

“A mí me gustaría que se creara una auténtica escuela de luthería en España”

¿Cuánto cuestan tus guitarras?

Los precios son muy económicos, unos dos mil euros.

¿Estás formando a alguien para que siga el oficio?

Yo tengo hijos pero a ninguno de los dos le llama esto. Con Eva hace tiempo que nos conocemos, ella tiene entusiasmo, tiene dotes tanto mentales como de destreza manual. Las dos son cualidades imprescindibles.

En todos los años que llevo, he tenido muchas personas a mi lado y no he encontrado a nadie mejor que ella, nunca había probado con una chica y es totalmente diferente, tiene la sensibilidad que necesita este oficio.

Fernando Hermida realizando el proceso de pegado de la tapa armónica. La tapa es la parte más importante de la guitarra.

Foto Jaime Becerra

¿Se está perdiendo el oficio de luthier?

Si, se está perdiendo. Desde que empezó la burbuja inmobiliaria y entramos en la crisis, nos hemos llevado veinte años con una pérdida de valores profesionales impresionante, entonces todo el mundo quería ser albañil y ganar tres mil euros, son dos generaciones y hoy es difícil recuperarlo. Incluso la ebanistería casi se ha perdido, cuando yo empecé he estado en talleres donde había cuarenta ebanistas.

¿Qué se podría hacer para fomentar el oficio?

A mí me gustaría, al igual que hay en Cremona, que se creara una auténtica escuela de luthería en España.

Este es un trabajo muy bello, si tú defines tu trabajo como un regalo hacia los demás, esto te la da oportunidad de que sigas regalando, ya la naturaleza te lo regala a ti y se lo pasas a un músico que sigue regalando con su música.

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