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  • Fran Sánchez

Camareros desechables


El verano toca a su fin, aunque hay personas que aprovechan septiembre para poder disfrutar de las vacaciones

y no se equivocan. Menos calor, menos gente y los locales, bares, restaurantes o chiringuitos de playa, siguen funcionando para goce y deleite de los visitantes. Y con ellos, una legión ya mermada de camareras y camareros.

Y digo mermada, porque suele ser a finales de agosto cuando se prescinde, en gran parte, de esos trabajadores de la hostelería, la temporada acaba y no hace falta contar con plantillas numerosas.

Pero el verano ha sido de locos para ese personal. Jornadas de 10-12 horas pero con contratos de 6 en el mejor de los casos, sueldos muy ajustados y las horas extras, no se pagan. También los hay sin contrato y sin problemas, porque las inspecciones de trabajo ya lindan con lo "sorprendente"; curiosamente, cuando salen los inspectores a la calle, ya lo saben los dueños de los locales y mandan a los sin contrato a su casa hasta que pase la inspección. Mediante grupos de WhatsApp, las asociaciones de hosteleros de la ciudad, hierven anunciando la "redada".

Y hablamos de trabajadores que cumplen con sus quehaceres de forma profesional, pero deben tragar y aceptar las condiciones impuestas por los malhechores al margen de la ley y los convenios, para poder conseguir unos ingresos de subsistencia. Y como siempre, mientras unos engordan sus cuentas bancarias de forma grosera, otros trabajan como esclavos para conseguir cuentas vacías. Mientras unos perfilan jubilaciones doradas, otros las pasarán canutas porque su Informe de Vida laboral es raquítico gracias a las horas regaladas al dueño, trabajan 10-12 horas diarias pero aparecerán solo 4 o 6 por día. Ya pueden haber empezado a trabajar a los 18 años, que de igual manera su jubilación no se corresponderá con lo trabajado.

Y por si fuera poco, camareras y camareros, además, deben lidiar con los deseos, caprichos, cambios y prepotencia de algunos clientes que, por sentarse a que les atiendan, se creen poseedores de corona. Otros, apurando la noche hasta más no poder, no sienten el más mínimo atisbo de solidaridad con los trabajadores que les atienden. Restaurantes abiertos hasta que la última y única mesa de "pesados" decida marcharse para poder cerrar y que los curritos y currantas, puedan irse a descansar. Nadie duda que uno acude a un restaurante, un bar o un chiringuito para que le atiendan, pero también tienen sus horarios y el que nos dejen alargar la noche y la tertulia es una deferencia pero, hay que pensar también en los demás y no estirar la cuerda hasta el hartazgo.

Si todo esto le importa un bledo, sepa que es usted una muy mala persona.

Ya el remate, es la "gracia" del sinpa (irse sin pagar), algo que sucede en más ocasiones de las que uno piensa. Que sepan esos chorizos y chorizas, que su sinpa lo van a pagar los camareros, esos que van tan justitos de sueldo que la "gracia" les puede hacer una buena avería.

Es necesario poner la lupa, por parte del Estado e inspectores, en este asunto que ya alcanza situaciones intolerables para el SXXI. Los trabajadores de hostelería, uno de los eslabones más importantes de la industria turística de este país, son los grandes abandonados y a los que menos se les respetan sus derechos, hasta tal punto, que todos se saben desechables y con el “si no te gusta ahí está la puerta” como amenaza constante.

Aún así, atienden con su mejor sonrisa y solícitos a los requerimientos de los clientes. Así es que, por favor, no venga además usted a meter más presión desde su mesa, no piense que por estar en un local público están obligados a atenderle hasta la hora que le de a usted la gana, y no se le ocurra hacer un sinpa.

Si todo esto le importa un bledo, sepa que es usted una muy mala persona.

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