top of page
  • Luisa Carnés

Celestino García, frente a trece tanques


En fechas recientes la Biblioteca Nacional ha digitalizado y puesto a disposición del público más de 11.000 fotografías de la Guerra Civil. La casualidad ha querido que en un primer vistazo me saltara a la vista un imagen que llevaba años rastreando: la del miliciano Celestino García, que en los últimos días del conflicto, puso en fuga a una columna de tanques italianos él solo.

Aquella hazaña la había relatado mí abuela, la periodista Luisa Carnés, en un libro escrito justo al terminar la guerra, con la memoria aún fresca. Publicado en el año 2014 titulado “De Barcelona a la bretaña francesa” resulta un testimonio desgarrador vivido en primera persona. Esta es la primera vez que se muestran juntas las imágenes del fotógrafo Walter Reuter y el vibrante relato de una escritora y periodista injustamente olvidada. Esta es su historia… (JRP).

Pocos días antes, todos los periódicos de la República habían hecho famosa su imagen, oscura y angulosa, de campesino castellano, con la reproducción de una fotografía, que llevaba esta leyenda: «Celestino García, héroe

del pueblo». Celestino aparecía en la foto junto a tres prisioneros italianos, a alguno de los cuales le ceñía la cabeza un blanco vendaje. Celestino contemplaba a uno de los italianos con aire cachazudo; sus manos, apoyadas en la cadera, escondían los dedos en el ancho cinturón militar, que sustituía desde hacía dos años y medio a la faja campesina.

Fotografía de Celestino García junto a los tres militares italianos apresados en una imagen del fotógrafo Walter Reuter

(Biblioteca Nacional de España)

La hazaña fue esta: durante las violentas luchas en tierras catalanas, el cabo de infantería Celestino García, habiéndose visto acorralado por trece tanques italianos, se había abierto paso con bombas de mano, logrando poner fuera de combate a tres de las máquinas, visto lo cual huyeron las diez restantes. No contento con esto, Celestino García empuñó un pico, que tenía a mano, y con él hizo saltar la portezuela de uno de los tanques, haciendo prisioneros a sus servidores, dos sargentos y un capitán italianos. El hecho heroico del cabo de infantería Celestino García mereció el honor de ser citado en el parte oficial de guerra de la República. Aquel día no se hablaba de otra cosa en Barcelona:

-Pero ¿habéis visto qué jabato?

-¡Qué le echen a Celestino italianos!

-Hay que quitarse la gorra y decirle: «Mi capitán. . .».

A los viejos les hacía llorar la hazaña de Celestino. A los jóvenes, a los que en aquellos momentos eran incorporados a filas por el Gobierno republicano, para la defensa de Cataluña, los estimulaba, los impelía a erguirse con orgullo y decirse unos a otros, refiriéndose a los invasores, que forcejeaban por avanzar en tierras catalanas: «Vamos por ellos, compañeros». A tal punto infundió alientos el episodio de Celestino García, que cada hombre movilizado iba hacia el frente con el deseo de superar el heroísmo del campesino castellano.

En aquellos días se oyeron en los departamentos de aquel comedor de Barcelona frases como estas:

-”Bueno. . . Abur”. . . Y, desde mañana, compañeros, abrid los ojos cuando leáis los partes de guerra.

-Se acabó aquello de rectificamos nuestras líneas. . .». Ahora, a correr pa' lante.

Tuvimos ocasión de verle de cerca una noche -fechas antes de la salida de Barcelona-, sentado cerca de nosotros, en el comedor. Su llegada produjo enorme revuelo:

- ¡Ahí está Celestino!

-¿El de los trece tanques?

-Sí

-¿El cateto de Madrid? '

-Vamos a verle.

-A ver cómo es un héroe...

-Pues nada más, ni nada menos, que un hombre de cuerpo entero.

Nada más ni nada menos. Un hombre. Un español. Celestino García, excampesino de la provincia de Madrid y cabo de infantería del ejército republicano de España. Docenas de manos le sacudieron los hombros al entrar:

-¿Qué hay, Celestino? .

-Aquí está... Hombres como este van a salvar a España.

-¿Cómo tú por aquí, Celestino?

Celestino García tenía mediana estatura. Era delgado, pero prieto y fuerte de piel y huesos. El Sol de Castilla le había rizado y quemado el rostro.

Reproducción del periódico Frente Rojo donde

se informa sobre los hechos que protagonizó el miliciano.

(Biblioteca Nacional de España)

Sonreía a todo, ¡contestando con lentitud a cuantos le rodeaban:

-¿Qué vas a hacer en Barcelona, Celestino?

-¡Que no es nadie el palurdo!

Porque Celestino García era ese campeón bastote que “caracterizan» los cómicos de la lengua, “tiñéndose la cara con almazarrón, solo que vestido de soldado”.

-”Oye, Celestino…

-¡Compañero Celestino!

-Siéntate aquí, compadre.

-Hay sitio aquí.

-Y aquí.

-Pues na’. .. Así es la Vida. . . -decía, con calma, Celestino-; ayer comiendo con don Juan, y hoy, aquí, unas judías viudas...

-¿Quién es don Juan, Celestino?

-¿Pero?... ¿Qué?... 'Vas a preguntar quién es don Juan? ¡El presidente, compañero! ¡Don Juan Negrín!

-¿Has comido con el?

-“Anoche cené...

Poco ancho que se ponía Celestino al decir que había comido con el doctor Negrín. ¡Hombre sencillo! ¡Campesino admirable! Relataba su entrevista con el jefe del Gobierno con aquella emoción con que nos referían nuestros abuelos haber visto de cerca al rey Alfonso XII, una vez que estuvo en su pueblo inaugurando un salto de agua

(«Le vi mismamente que te estoy viendo a ti»). Celestino García decía:

-Pues na, que cené con él, y con otras personas, que no me acuerdo quiénes eran... La verdad, yo estaba emocionan... ¡Como pa' cordarme de nombres!...

El periódico Frente Rojo, informaba continuamente

sobre el cabo Celestino García.

(Biblioteca Nacional de España)

Mientras hablaba, sacaba de todos sus bolsillos paquetillos de tabaco, inglés y habano:

-Hay que ver. . . Me han forrao de tabaco.

-Ya, ya. . . No tendrás frío...

-¿Quién fuma tabaco rubio? -comenzó a repartir cajetillas-. Me gusta el tabaco negro. El otro es más flojo, está bien pa' las mujeres, que les ha dao ahora por fumar. . .

-encendió un cigarro puro y empezó a fumar.

-¿Qué te dijo el presidente, Celestino? -Pues que si era un héroe y no sé qué más... ¡Mía que la cosa!... Y luego me soltó cuatro mil pelas -Celestino sacó una cartera y batió en el aire cuatro billetes de mil pesetas-. ¡En mi vida las había visto juntas!

-¿Y qué vas a hacer con tanta pasta?

- ”¡Caray con Celestino!

Celestino contesta conmovido cuando le preguntan qué piensa hacer con el dinero:

-Se lo llevo a la vieja.

-“¿Te vas a Madrid?

-Después de darme las beatas, el presidente me preguntó: «Oye, Celestino, ¿te gustaría ir a Madrid, a ver a tu madre?»... ¡Mía tú que la pregunta tie' miga! Y voy y le digo: <<¿Qué si me gustaría...? ¡Hace casi dos años largos que no la veo! Siempre ha estao uno en toos los fregaos, dende el 18 de julio...». Y él va y me dice: “Pues te vas a dir mañana mismo, en avión». ‘Conque a las cuatro de la madrugá me voy pa’ los Madriles...

Con que en estas estaba, cuando me veo venir pa´ mi unas tanquetas italianas.

Las cuento. Trece.

Rudo y sensible, como la tierra de toda mi España, Celestino García, cazador de tanques… italianos, lloraba casi pensando en que pronto había de ver a su madre querida.

-Y de tu novia. . . ¿No dices nada, Celestino?

-¡Bien callado que se tiene eso!

-Pues claro que tengo 'mi novia. . . ¡Menudo abrazo la voy a dar!

-¿Te vas a casar?

-Ahora tienes dinero...

-Cuando acabe la guerra se podrá pensar en esas cosas. Luego, si; me casaré y me agarraré otra vez a la yunta... Trabajaré... ¡Con cuánta alegría voy a trabajar, después, «mi» tierra! Pero este dinero es para la vieja. No quiero que pase más neseciá mientras dure esto. Con la misma sencillez, contó luego su aventura con los tanques extranjeros: -Después de una pelea muy dura, me encontré desorientao... Fue uno de esos momentos que sabéis que se encuentra uno en tierra de nadie, y no se sabe pa'onde tirar... Con que en estas estaba, cuando me veo venir pa' mi unas tanquetas italianas. Las cuento. Trece. Ni una menos. Yo le tenía un odio a las tanquetas... Y mucho más si eran italianas, como aquellas que tenía delante. Conque me digo: «Esta es la tuya, Celestino». Llevaba encima varias bombas de mano. Y, ni corto ni perezoso, me quedo donde estaba, pegándome al terreno… Me veo avanzar las trece tanquetas (¡Hijas de su madre!), tan rebién formadas. .. Y yo sigo pegao al terreno... ¡Resistiendo! Ya se venían encima. Entonces, preparo la primera bomba, la lanzo, aprieto los hombros, y lanzo otra y otra... Hasta tres. Y las tres tanquetas quedaron paradas. Las había dao en mita” de las cadenas…

Portada de las memorias de guerra de Luisa Carnés

publicadas por Renacimiento.

-¡Buena puntería, Celestino!

-¡Gachó con el tío!

-Sí que tuve suerte... Los otros salieron de naja. Corrían que se las pelaban. Lo menos creerían que les esperaba un regimiento...

-¡Qué bueno, Celestino!

-¡Estupendo!

-Los que servían dos de las tanquetas pudieron escapar, sin que los tiros de mi fusil hicieran blanco en ellos, pero una de las tanquetas quedó cerrada... Entonces, cojo un pico -que lo mismo servía pa' cavar trincheras que sepolturas, me voy pa´ la tanqueta cerrada y la abro de dos o tres golpazos. Allí estaban sus servidores, más muertos que vivos, temblando y amarillos como la cera. «Vamos, salid -les digo-. No tembléis como señoritingas... ¡Venga, rápido! Salid pronto y con las manos en alto». Fueron saliendo, con más miedo que vergüenza. Eran tres; dos sargentos y un capitán, italianos todos. Iban perfectamente equipaos. Les digo: «Echad las armas al suelo». Y mientras, no les dejaba de apuntar con el fusil, por si las moscas. Y me los llevé dando tanteos, hasta donde estaban los nuestros. Pero les decía: “Haced palmas pa´ legrarse...». ¿Quién me decía que aquellos macarronís no llevaban bombas de mano en los bolsillos?

- Ellos, ¿qué decían?

-To´ se les volvía decir: «No matar, camarada»... Yo les decía que los republicanos no matábamos a los prisioneros... Luego, hasta llegar al puesto de mando, les fui hablando de buena forma...

Estamos en nuestra tierra y nos la queréis quitar... ¡Y nos defenderemos de vosotros!

Ellos parece que se convencían de toas las calunias que ha dicho la prensa fascista y que les decían de contino sus jefes sobre nuestra conduta... Les decía ver lo que sinifíca nuestra lucha… Les decía: “Vamos a ver, si, un suponer, los ingleses o los franceses se hubieran propuesto echaros de Italia a tos los italianos, y quearse ellos de amos en vuestra tierra, y convertir a Italia en una colonia de Francia y de Inglaterra... vosotros, ¿Qué haríais? Defenderos, ¿no? ¿Defender vuestra independencia?». Ellos decían, con la cabeza, que si. <<¡Pues eso es lo que hacemos los españoles, defendernos de la invasión de Italia y Alemania! ¿Qué haríais si vierais caer todos los días, estrozaos, a vuestras madres, a vuestras mujeres y a vuestros hijos, por las bombas de los aviones ingleses y franceses? Luchar, ¿verda? Pues eso hacemos nosotros. Estamos en nuestra tierra y nos la queréis quitar... ¡Y nos defendemos de vosotros!... ¿Está claro, camaratis?... ¡Hum!... Pero, nosotros los españoles no tenemos na' contra el pueblo italiano... ¿Por qué vamos a mataros? Vosotros sois mandaos... Vosotros no vais a enriqueceros a costa nuestra; no os vais a llevar el hierro y el acero de nuestras minas ni el fruto de nuestras cosechas... Todo lo que saca de España vuestro amo el duse irá a parar a la bolsa de los burgueses italianos, y vosotros tendréis, cuando acabe to esto, tanta hambre como antes de empezar la guerra; muchos seréis inválidos y miles estaréis enterraos»...

-¿Y ellos te comprendían?

-¡Ya lo creo que me comprendían!... Es lo que les decía: «Con el pueblo italiano nos entendemos siempre...».

Lo que no nos entenderemos nunca es con Mussolini.

Luisa Carnés 1939

44 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page