Nos quedaremos sin casa
- Maskao Magacín
- 10 sept 2020
- 6 Min. de lectura
Si la crisis sanitaria provocada por la COVID-19, y que guarda relación con el deterioro del planeta, no nos hace entender que debemos cambiar con urgencia nuestros paradigmas de consumo y economía, entonces, no hemos entendido nada. Por Maskao Magacín

La extravagante isla Palm Jumeirah, creada de forma artificial en Dubai / Greenworld
Son muchos los informes y estudios que se han publicado, hablando de la mayor incidencia de la COVID-19 en zonas de alta contaminación. Las ansias de producción para abastecer y mover una economía basada en el consumo desaforado, obligan a regiones y ciudades, a desarrollarse bajo nubes de monoxido y dioxido de carbono, afectando de forma severa las vías respiratorias de la gente.
De nada sirve reciclar residuos cuando nuestro fin es consumir como locos y estrujar el planeta hasta su extenuación. Si la tierra enferma, enfermamos con ella. Y lo estamos padeciendo pero, miramos para otro lado y las noticias, apenas hacen alusión a esta parte importante de la ecuación.
Y en vez de parar, seguimos buscando más combustible fósil para alimentar esta disparatada maquinaria. Y si hay que buscarlo en reservas naturales, en los polos o los grandes pulmones verdes del planeta, se hace sin pudor por parte de las familias del poder que, ante todo, miran por ellos. Se calcula, así por encima, que no son más de doscientas familias las que manejan los hilos de la tierra y nuestro devenir. Pero somos nosotros, con nuestro silencio cómplice, los que permitimos estos desmanes.
Son grandes fortunas y sus empresas las que se enriquecen mientras desmantelan nuestra casa, a sabiendas, que cuando apenas quede nada, serán esas mismas fortunas las que lo disfruten. Si hace falta, se gastarán millones para construir imitaciones de lo natural, como la extravagante isla Palm Jumeirah, creada en Dubai para carteras privilegiadas y cuyo coste superó los diez mil millones de dólares, cifra costeada por barriles de crudo.
"Hay que cambiar la forma de entender el futuro, de consumir y asumir, que los recursos son finitos"
Su construcción ha causado estragos, la vida marina ha desaparecido, las corrientes se han alterado y el fondo del mar es un desierto sin vida. Las ostras, las tortugas y los peces, ahora son escasos. Todo por un capricho de adinerados, antiguo pueblo de pastores a los que les brotó el oro negro. Nuevos ricos avalados por sus millones en estados de dudosa democracia y derechos.
Los científicos llevan años advirtiendo que estamos al límite, que si no se toman medidas urgentes y drásticas, el camino a la hecatombe está asegurado. Pero nos cuesta entender, se nos llena la boca hablando de un futuro para los niños, para nuestros hijos, pero no cejamos en destruir nuestra casa común, el planeta Tierra. Hay que cambiar la forma de entender el futuro, de consumir y asumir, que los recursos son finitos.
DESHIELO EN LA ANTÁRTIDA, ALERTA ROJA EN EL PLANETA
Ricardo Anadón, profesor de biología de la Universidad de Oviedo, estudia las respuestas de los ecosistemas marinos al cambio climático. Según él, lo ocurrido hace un par de años en Larsen C, se debe a un proceso que se lleva observando décadas en la Antártida y que es el desgaste de las lenguas glaciares. "Son plataformas que se van moviendo y se agrietan. Aunque es parte de un proceso natural, todo parece indicar que el calentamiento global ha acelerado de manera notable este movimiento y este agrietamiento. El agua, cada vez más caliente, socava las plataformas y hace que se separen de ellas grandes masas de hielo, hasta que se quiebran y eso posibilita que se desprendan fragmentos cada vez más grandes”.

Iceberg en la Antártida / Greenworld
Este fenómeno nos debe hacer pensar en la necesidad de un futuro libre de combustibles fósiles, como advierte el director de la Unidad Científica de Greenpeace Internacional, Paul Johnston. “El deshielo de la Antártida es la alerta roja del planeta sobre los peligros del cambio climático. El desprendimiento de este iceberg es el tercero de los últimos años, probablemente una señal del impacto global del cambio climático y de la necesidad urgente de implementar el acuerdo de París para buscar un futuro 100% renovable y dejar de quemar combustibles fósiles”.
EL AMAZONAS HACIA UNA SABANA
La selva amazónica se encuentra en riesgo debido a la deforestación provocada por la acción humana y la consiguiente reducción de precipitaciones. Un estudio publicado en la revista Nature, realizado por Delphine Clara Zemp, del Instituto de Investigación Climática de Potsdam, explica: "Por un lado sabemos que la reducción de precipitaciones incrementa el riesgo de deforestación y, por el otro, esta deforestación puede intensificar la sequía en la región. Por lo que a mayor sequía menos bosque y a menos bosque mayor sequía, así sucesivamente y el Amazonas podría convertirse en una sabana.”

El frondoso Amazonas está en peligro / Greenworld
Para Henrique M.J. Barbosa, de la Universidad de Sao Paulo, "El ciclo del agua en el Amazonas es mezcla de física y biología, pero es además uno de los mayores prodigios de la naturaleza. Aunque el ciclo sea muy poderoso, también es muy susceptible a los cambios medioambientales. Y la acción humana está imponiendo perturbaciones masivas en el Amazonas por la tala de árboles y por los gases de efecto invernadero que reducen la humedad y las precipitaciones, afectando hasta las partes inexploradas de la selva."
Marina Hirota, de la Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil), nos recuerda que: "Preservar la biodiversidad se convierte no solo en una cuestión de amar a la naturaleza, sino en un elemento estabilizador del sistema terrestre.”
PROVOCANDO DESIERTOS
Según Naciones Unidas, los efectos de la desertificación a nivel mundial, afectan directamente a más de 250 millones de personas y unos 1.000 millones, repartidas en más de 100 países, se encuentran en zonas de riesgo. Para Greenpeace, «Nadie puede negar ya las terribles similitudes entre aquellos que huyen de las amenazas de las armas con las de aquellos que escapan de la desertificación progresiva, de la falta de agua, de las inundaciones y de los huracanes. La pérdida de suelo fértil es irreversible, así como el deterioro de la biodiversidad, aumentando la vulnerabilidad de todas las especies, incluida la humana. O asumimos cada uno nuestra responsabilidad o cada vez más convertiremos en desierto amplias zonas del planeta».

El cambio climático está acelerando los procesos de pérdida de suelo / Greenworld
El 75% del territorio español se encuentra en zonas susceptibles de sufrir desertificación y un tercio sufre ya una tasa muy alta. El cambio climático está acelerando los procesos de pérdida irreparable de suelo, esto debe servir para «reflexionar sobre el impacto que las decisiones políticas tienen sobre el medio ambiente».
Luchar contra el cambio climático, es reducir de forma drástica las emisiones de CO2, descarbonizando la economía y promoviendo un modelo energético basado 100% en energías renovables; cambiar la política hidráulica hacia un enfoque integrado en la gestión de la demanda; garantizar políticas forestales según las necesidades de cada país y mejorar el actual modelo agrícola con una sustancial mejora de los regadíos.
LOS OCÉANOS, GRAVEMENTE ENFERMOS
Muchos de los contaminantes que hay en los océanos, se vierten antes de llegar a las costas. Los fertilizantes ricos en nitrógeno, utilizados en la agricultura, por ejemplo, acaban en las corrientes, ríos y aguas subterráneas que llegan al mar. Este exceso de nutrientes puede provocar un crecimiento masivo de algas que consumen el oxígeno del agua, generando zonas en las que no puede haber vida marina o apenas existe. Los científicos han descubierto 400 zonas muertas con estas características por todo el planeta. Los residuos como bolsas de plástico, espuma, tohallitas y otros desechos vertidos a los océanos, acaban siendo el alimento de especies marinas, peces y aves que los confunden con comida.

Nuestros océanos están ya demasiado contaminados / J. Becerra
Las redes de pesca abandonadas permanecen a la deriva y muchos peces y mamíferos acaban enredados en ellas. En algunas zonas, las corrientes oceánicas arrastran billones de objetos de plástico en descomposición hasta formar gigantescos remolinos de basura. Uno de ellos, situado en el Pacífico septentrional, es conocido como la Gran Isla de Basura del Pacífico, con una extensión estimada, que duplica la del estado de Texas. Y en el océano Atlántico, hay otra inmensa extensión de basura.
Hemos hablado de unas pocas alarmas encendidas, pero hay muchas, demasiadas como para no ser atendidas si queremos dejar en herencia una casa sana -la Tierra- a las nuevas generaciones, a nuestros hijos, a nuestra descendencia o
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