La crisis sanitaria de la COVID-19 ha puesto de manifiesto algo que el movimiento feminista lleva mucho tiempo denunciando: la distribución desigual de los cuidados, con una feminización generalizada de trabajo domésticos y la sobrecarga que esto supone para las mujeres, que ahora tienen toda la familia en casa sin que exista un reparto igualitario junto con la dificultad de combinarlo con el teletrabajo, suponiendo una doble jornada laboral. Por Alba Martínez Rebolledo (Café Feminista de Cádiz).
Según un estudio de 2017 del CIS, en el 60% de los hogares españoles son las mujeres quienes realizan las tareas domésticas siempre o casi siempre. Cuando hablamos de conciliación, nuestro imaginario nos representa el equilibrismo de las madres para hacerse cargo, dando por hecho que los hombres verán cubierta la atención a sus familias.
Carmen es una administrativa de 35 años de Cádiz, divorciada y con dos hijas de 7 años y 13 meses y nos cuenta las dificultades desde el cierre de los centros educativos “El primer lunes sin colegio, al volver del trabajo mi casa parecía la jungla. Mis niñas en pijama, mi madre se disculpa, que ha sido imposible. Hago camas, la pequeña llora y la mayor me dice que la abuela no sabe ayudarla a hacer los deberes”. En su relato cuenta que tras varios días sin dar abasto consigue que le concedan el teletrabajo esa misma semana, pero no considera que sea viable para alguien en su situación “¿teletrabajar? Imposible. Hago lo que puedo y pienso en dejar el trabajo. Entre lloros, gritos, deberes y las camas sin hacer pasamos la mañana, ¿quién le pondría el nombre de conciliación?”. Estas son las circunstancias con las que conviven miles de mujeres en nuestra sociedad.
"En el 60% de los hogares españoles son las mujeres quienes realizan las tareas domésticas siempre o casi siempre "
Las redes de apoyo han sido una de las respuestas en distintos puntos del país, sobre todo ante la preocupación acerca de los sectores más vulnerables, como los dos millones de familias monoparentales formadas en un 80% por mujeres, o el caso de Carmen la única adulta a cargo de menores. Nos encontramos también ante la problemática de quienes son las únicas en el hogar a cargo de personas dependientes, así como quienes se encuentran entre los grupos más vulnerables al virus y que viven solas.
El objetivo de resaltar los problemas que particularmente recaen de manera mayoritaria sobre las mujeres es poner de manifiesto situaciones que habitualmente pasan desapercibidas, para mejorar la atención a la ciudadanía teniendo en cuenta la diversidad de circunstancias que nos hacen vulnerables y reclamar medidas sociales más justas, que realmente solventen sus necesidades. Por ello, los colectivos feministas de Cádiz, junto con otras entidades, comenzamos a movilizarnos para crear una red de apoyo comunitario que desembocó en la promoción del voluntariado de Protección Civil que cuenta con los mecanismos adecuados para su puesta en marcha.
En primera línea: limpiadoras, cuidadoras, cajeras y sanitarias.
Esta crisis es necesaria leerla en clave de género, clase y raza porque ha puesto en evidencia las contradicciones del sistema capitalista en el que vivimos. Sin menoscabar otros análisis sociales sobre las consecuencias que tiene o que podría tener la situación de confinamiento, urge preguntarse: ¿Afecta esta situación de la misma forma a toda la población? ¿Existen mayores riesgos o tensiones para las mujeres? y ¿Quiénes son las mujeres más afectadas?
Es por ello que nos gustaría dar reflejo de los sectores profesionales feminizados que se encuentran al frente de la prevención higiénica, en la asistencia alimentaria o en la atención del problema sociosanitario y que están habitualmente precarizados y son poco valorados socialmente, a pesar de la importancia que tienen en el mantenimiento del bienestar social y sanitario, siendo pilares fundamentales de nuestras comunidades.
Toñi tiene 61 años y lleva 41 trabajando en la limpieza de colegios públicos de Cádiz, ha vivido un conflicto laboral desde noviembre del año pasado hasta final de febrero de 2020 con huelgas, manifestaciones, encierros y arrestos domiciliarios, en defensa de su salario y puesto de trabajo reivindicando junto con sus compañeras sus derechos laborales y sociales: “Trabajo ocho horas en jornada partida y continuada en semanas alternas. La empresa Expertus para la que trabajé, llevaba este servicio para el Ayuntamiento y dejó de abonar la mensualidad el diciembre pasado. Por este motivo, nos movilizamos todos los días en la Plaza de San Juan de Dios, tomamos varias veces la sala de plenos y pudimos cobrar lo que se nos debía. En estos momentos trabajo para Cointer y he cobrado la mitad del sueldo, unos 500€, y aún se nos debe casi la mitad de enero y la parte proporcional de la paga de marzo”.
Toñi, durante una de las movilizaciones
junto a otras compañeras, para defender sus derechos.
Considera que las circunstancias en las que se encuentra su sector se deben a que “este sistema capitalista, patriarcal y machista relega a las limpiadoras al último lugar de la escala social. No visibiliza el trabajo que realizamos, de tal manera que las empresas reducen al mínimo o ignoran derechos laborales de las limpiadoras. Como trabajadora y feminista, sigo en la lucha”.
A lo largo de estas semanas hemos oído que, en algunas residencias, las cuidadoras deciden alojarse en las mismas para poder sostener el cuidado de los mayores. En otras, trabajan con la mitad del personal debido al contagio, soportando sobre sus hombros una sobrecarga de trabajo. Son quienes ven morir a quienes han atendido durante años y deben soportar duras medidas de protección durante su jornada laboral. Por otro lado están las auxiliares de ayuda a domicilio que atienden directamente en los hogares como Curra, que tiene 57 años y lleva trabajando como cuidadora de personas dependientes desde 2002 en la provincia de Cádiz, en una empresa que se dedica a los servicios de limpieza y a la atención domiciliaria de personas dependientes.
La atención y cuidado de personas dependientes, un sector precarizado
y de baja valoración social / Foto Louis Pakaho - Wikimedia
Comenta la precariedad de este tipo de trabajos y la falta de seguridad en los servicios que se van a prestar cada mes y considera que la valoración social es baja, ya que el trabajo está invisibilizado totalmente, “al estar recluida en casas particulares, tengo la impresión de que, más allá de la familia, no hay conciencia de que existimos”. Cuenta que en ocasiones hay desconfianza y las familias dudan del buen trato que se les da, “películas como ‘La mano que mece la cuna’ han hecho mucho daño al sector” y el confinamiento está agravando esta situación, aunque anteriormente hayan visto que se le atiende adecuadamente.
A pesar de ser un servicio vital, la valoración social es escasa y las condiciones laborales son un reflejo de ello. Esto deja relucir la necesidad de promover unos derechos laborales de un sector que en muchas ocasiones no cuenta con contratación y que, incluso cuando se dispone de ella, ni siquiera se ajusta a las horas reales trabajadas: “Nos hacen contrato cuando quieren, independientemente de los servicios que trabajemos y las horas. Llevo contratada 3 horas diarias desde 2016, es la primera vez que mantienen el contrato tanto tiempo sin darme de baja. En la práctica, trabajo 42 horas a la semana. Nos pagan en negro y nos hacen firmar la nómina blanca por un lado y un papel con los servicios reales trabajados y la suma que sí percibes”.
"Con el Covid-19, este sector tiene el inconveniente de estar en contacto directo con las personas a las que atiende "
A ello hay que añadir que la protección con respecto al Covid-19 durante su trabajo es aún deficitaria “el día 16 de marzo me dieron 5 pares de guantes, me estoy poniendo el mismo hasta que se rompe. A las que se dedican a limpieza de locales, portales, les han proporcionado más guantes y un líquido desinfectante. Hasta el día 20 no nos avisaron para recoger la mascarilla, antes decían que no hacía falta, pero yo ya había conseguido una de tela que la puedo lavar a diario. Ahora estoy llevando un servicio de algunas noches y algún extra”. Este sector tiene el inconveniente de tener que estar en contacto directo con las personas a las que atiende “Nos ponemos guantes y mascarilla, sobre todo cuando vamos a tratar con la o el enfermo, lavarlo, darle de comer, cambiar de postura”.
Los colectivos tan imprescindibles de limpieza y cuidados, mayoritariamente formados por mujeres y, en muchas zonas de nuestra geografía, sobrerrepresentado por mujeres migrantes, tiene unas precarias condiciones laborales y son quienes ahora se encargan de la necesaria prevención desinfectante y la atención a quienes precisan de ayuda domiciliaria, pero ¿dónde están los aplausos a estas mujeres?
Todos estos días ofrecemos aplausos en los balcones o ventanas que deberían ser también para las mujeres que, en número mayoritario, están atendiendo esta crisis sanitaria.
Foto Maskao
En estos días hemos salido a los balcones a aplaudir al enormemente valorado sector sanitario del que también debemos resaltar sus condiciones laborales, mermadas durante la última década de recortes. La plantilla del Servicio Andaluz de Salud está formada por un 70% de mujeres, siendo el 50% del personal médico y el 83% del personal no facultativo. En enfermería son el 43, 6%, pero representan el 94% de las auxiliares de enfermería. Estas últimas tienen salarios mileuristas, pero son quienes tienen el trato más cercano con los y las pacientes y, por tanto, mayor riesgo de contagio.
"Uno de los reclamos que hacemos es, no solo valorarlas y aplaudirlas, sino una necesaria mejora sustancial de sus circunstancias laborales una vez superada la crisis sanitaria "
Todos estos datos nos muestran que esta crisis sanitaria está siendo mayoritariamente atendida por mujeres, desde la atención higiénica, sanitaria y de cuidados, sin olvidar mencionar al colectivo de cajeras de supermercado con cuestionables condiciones salariales y en contacto constante con la población en estos últimos días. Uno de los reclamos que hacemos es, no solo valorarlas y aplaudirlas, sino una necesaria mejora sustancial de sus circunstancias laborales una vez superada la crisis sanitaria o
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