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  • Fran Sánchez

Aplausos y ladridos

A mediados de marzo nos metimos en nuestras casas. Los primeros días por sugerencia y a partir del 16, obligados por decreto, al menos, aquí en España. El coronavirus acechaba y el papel higiénico era objeto de deseo, instauramos los aplausos a las ocho e íbamos todos a una. Hasta que empezaron los ladridos. Por Fran Sánchez


Instauramos los aplausos a las ocho de la tarde. Foto Jaime Becerra



Entre atónitos y despistados, los primeros días de confinamiento sugerido nos transportaron a una nueva realidad. Algo aturdidos e incrédulos, optamos por lo básico, el avituallamiento. Así es que como primera medida preventiva, nos lanzamos al supermercado y le dimos un buen susto. Se vaciaron algunas estanterías tras el arreón inicial y saltaron las primeras grandes incógnitas a la palestra: ¿por qué la gente acaparó papel higiénico? Hasta la fecha, no terminamos de dar con una explicación razonable. Porque lo del gel, las verduras, los embutidos, la leche, huevos y otros productos de primera necesidad, se podría entender, aunque no del todo. Entre otras cosas, porque es muy difícil que nos quedáramos sin abastecimiento, algo repetido hasta la saciedad pero, por si acaso, salimos como hordas a estrujar supermercados y tiendas. Y eso que entonces, no hace mucho pero parece una eternidad, no sabíamos lo que nos esperaba, quedarnos en casa como mínimo, hasta el 26 de abril próximo.


Permiso para comprar

El confinamiento nos permite excepciones. Una de ellas, ir a la compra. No en manada, uno por casa y bajo severas medidas para entrar de a poco, sin chocarnos ni tener roce entre lineales o eligiendo la fruta. En la puerta, un guarda controla el acceso y nos da unos guantes de plástico mientras hacemos la cola, distanciados hasta que nos toca entrar. Nos informa también, que hay gel por todo el local para usarlo cuando queramos. Ya dentro, uno se cruza con variopintos personajes, muchos de andar por casa, con pantalones de pijama incluso. Una mujer apenas dejaba ver sus ojos debajo de un casco de moto, pañuelo y mascarilla con un anorak acolchado naranja fosforito, vaqueros y botas de agua que despistaban en un día soleado.


El primer día de cuarentena, algunas estanterías del supermercado se vaciaron.

Foto Jaime Becerra



Con nuestras cestas y carros nos colocamos muy ordenados manteniendo la distancia para pagar, nos esperan las cajeras, heroínas de nuestro abastecimiento que detrás de una placa de metacrilato y con mascarilla, atienden estoicas sin estar exentas de riesgo. Inmenso agradecimiento para ellas. Y un detalle importante, si comparamos cualquier día normal, de bullicio y charlas de vecinos en la compra, ahora, apenas se oyen murmullos.


"Los turistas que no hablaban español, no entendían nada al ver ciudades y pueblos fantasmas los primeros días "

Turistas

La provincia de Cádiz, donde vivo, es una tierra de turismo y turistas. Buen clima todo el año e invierno suave, nos garantizan visitantes siempre. Por eso, los primeros días de confinamiento, algunos andaban con cara de "mi no entender" al ver pueblos y ciudades fantasmas. Los que no hablaban español, ni siquiera se habían dado cuenta de lo que sucedía e incluso recibieron alguna reprimenda por parte de la policía. Y es que al parecer, no habían sido informados en los hoteles o si se los dijeron, no entendieron, según contó un policía local de un pueblo costero de la provincia. La cuestión es que al día siguiente del inicio del confinamiento obligatorio, ya no se veían turistas deambulando por las calles.


Un turista asombrado al ver las calles vacías el primer día de confinamiento.

Foto Jaime Becerra



Todos artistas

Y surgieron los primeros espectáculos en la red con un aluvión de vídeos, memes y audios de prolíficos autores que no cesaban de producir. Artistas espontáneos se descolgaban con humor en medio de la distopía y obtenían sus minutos de oro. Como cuando éramos pequeños e intercambiábamos cromos, ahora nos pasábamos unos a otros los últimos hallazgos. Esto prometía y hemos visto desfilar personajes de todo tipo enseñando su arte, sus gracias. La verdad, se agradece, entre unos y otros, han hecho más llevadera la clausura. Y ya cuando los "famosos oficiales" empezaron a organizar sus conciertos online, los vídeos evocativos empezaron a rular y las versiones del "Resistiré" las hacía hasta la filarmónica de Tonga, el clímax consiguió justificar el acopio de papel higiénico cuando caímos en la cuenta que no habíamos comprado muchos kleenex. Con el paso de los días, la grata producción de los artistas multimedia ha bajado pero hemos podido ver cómo, poco a poco, los pacientes de coronavirus son dados de alta entre aplausos.


Sacar al perro

Esta es otra de las excepciones para poder salir. Con criterio y sentido común, claro. Un paseo corto para que el animalito haga sus necesidades. Imagino casas donde antes las discusiones eran para escaquearse a la hora de sacar el perro, y ahora son para todo lo contrario. También estoy seguro que muchos canes en estas semanas, han triplicado su kilometraje, que alguno he visto con la lengua fuera nada más pisar la calle, para mí, que era el décimo paseo del día.


Y aparecieron noticias sobre la picardía a costa de los perros; uno paseándolo a dos kilómetros de su casa, otro tirando uno de peluche o anuncios de alquiler de perritos.


Pasear el perro es otra de las excepciones permitidas para pisar la calle.

Foto Jaime Becerra



Azoteas

Y picaresca hay también al convertir la azotea de los edificios en zonas de recreo. Y lo digo así de “amable” por no hablar de irresponsabilidad. Porque los primeros días del confinamiento, los tendederos fueron testigos de gran afluencia de público. Si durante años no se les dio mucha bola, ahora hay vecinos que con tendederos en patios interiores, se intentan apropiar de los de la azotea para justificar el subir a dar sus paseos. Los primeros días nos encontrábamos confinados pero apelotonados en las azoteas.


"Picaresca hay también al convertir las azoteas en zonas de recreo. Las autoridades ya tomaron cartas en el asunto"

Y como eso no podía ser, rápido llegó la noticia a las autoridades que tomaron cartas en el asunto. Y es que “la policía no es tonta”. Lo prohibieron, obvio, y al tercer día del confinamiento obligatorio, se plantificó un aviso en la entrada de edificios con la prohibición y las multas que nos podían caer. Solo se puede subir a tender la ropa y las lavadoras ahora echan humo. Algunas malas lenguas, me cuentan que sin aglomeraciones, hay gente que sigue subiendo a darse sus paseos. En principio es comprensible, hay personas que por cuestiones de salud, necesitan tener cierta movilidad, caminar, pero también por cuestiones de salud, lo deberían evitar.


Los primeros días, los tendederos fueron testigos mudos de la proliferación de visitantes a las azoteas de edificios. Foto Jaime Becerra



Ganando kilos

Y con tiempo libre en casa, nos lanzamos de manera inexorable al sofá o a la cama, para atiborrarnos de películas y series. Un empacho solo igualable al picoteo y la panzada de chuches que nos pegamos, no todos, que siempre hay excepciones. Pero no nos engañemos, la mayoría invocamos a la ansiedad, para justificar la ingesta continua. Buen desayuno ahora que no hay prisas, a media mañana un aperitivo viendo algún programa de esos que se llaman informativos, pero donde se expone la mayor casquería posible. Y eso da hambre. Hora de comer. Buenos guisos y bien despachados, no vaya a ser que nos quedemos con hambre. Al poco de comer, modorra y siesta.


La ciudadanía está respondiendo de forma excelente, por la cuenta que nos trae y por responsabilidad. Estamos haciendo nuestra parte como se puede apreciar en esta foto en la ciudad de Cádiz, en la zona de la playa de Santa María del Mar. Foto Jaime Becerra



Ya por la tarde nos da el ataque de mala conciencia, un par de saltitos en el salón, media flexión y una carrerilla a trote cochinero hasta la cocina, a merendar para coger fuerzas antes de que llegue la hora de los aplausos en el balcón. La emoción y el ejercicio de manos, nos vuelven a abrir el apetito así es que habrá que ir pensando en la cena mientras vemos las noticias, que son las mismas del mediodía pero, hay que verlas. Y con la tontería, hora de cenar, pero algo ligero, una ensalada, una tortilla francesa y alguna crema, nada excesivo que hay que guardar la línea.


"Estaría bien que una vez pasada la cuarentena, se hiciera un estudio de cuántos kilos en promedio, se ha engordado en cada país "

Después de cenar, elección de película o serie, algo complejo porque ya se nos agota el repertorio de Netflix. Así es que hora de chuches, unos conguitos, unas nubes, unos gusanitos o gominolas. Y así vamos terminamos otro día.


Estaría bien que alguna empresa que se dedica a hacer estadísticas, una vez pasada la cuarentena, hiciera un estudio de cuántos kilos en promedio ha engordado cada país, nos íbamos a echar unas risas.


Aplausos

Cada día a las ocho de la tarde y desde que comenzó el confinamiento, tenemos una cita ineludible en nuestros balcones o ventanas. Los vecinos nos encontramos para aplaudir con ganas. Si al principio era en agradecimiento a los profesionales de la sanidad pública, cada día hemos ido sumando más colectivos hasta hacer una extensa lista. Trabajadoras de supermercados, reponedores, cajeras, policías, militares, taxistas, conductores de autobuses... a todas las personas que están en primera línea, expuestas y mirando de frente al virus para salvar vidas, protegernos y sostener a un país que está encerrado.


Una mujer saluda a sus vecinos momentos después de los aplausos de las ocho.

Foto Jaime Becerra



A las ocho de la tarde nos encontramos y reconocemos ya sin demasiado pudor, con balcones y ventanas abiertas, se intuye la intimidad de nuestros vecinos. Cabezas despeinadas, batas descolocadas, pijamas listados, barba luenga y ausencias de tinte por donde asoman canas. Nos saludamos de forma efusiva como parte del rito y entre aplausos. Tenemos ganas de comunicarnos y si hace falta, compartir penas y homenajes, como el día en que nos enteramos de la muerte del artista Luis Eduardo Aute. Y es que en mi calle, y según me cuentan en casi todas las de este país, tenemos un "pinchadiscos" con un altavoz potente para amenizar el ratito que nos quedamos después de los aplausos. El primer tema, no falla: Resistiré. A partir de ahí un par de canciones más y el otro día puso: "Al alba" de Aute, lo despedimos con emoción, canturreando y con unos sentidos aplausos.


Control de la Policía Local para evitar desplazamientos sin autorización o justificación.

Foto Jaime Becerra



Aparte de ofrecer el agradecimiento y homenaje a tantas personas que están en zonas de riesgo, el encuentro vecinal de las ocho de la tarde nos une, nos da fuerzas y aunque pueda parecer ñoño, es un momento bastante emotivo y se agradece.


Ladridos

Y no son precisamente de perros, que los pobres se portan muy bien. Desde mi balcón veo a muchos paseando con sus dueños y ni ladridos ni gruñidos. Sin embargo en las redes, que se han ido calentando hasta convertirse en una ciénaga, los ladridos y mordiscos abundan.


Ya los primeros días la gente aplicó el máximo sentido de autoprotección.

Foto Jaime Becerra



Desde los primeros días sectores de ultraderecha y derecha ultra comenzaron a lanzar bulos disfrazados de información. Cuando pensábamos que la pandemia por fin unía a este país e íbamos todos a una, aparecieron los tóxicos de siempre, el otro virus que nos ponía en peligro. En los primeros momentos, hasta el jefe de la oposición parecía haber entrado en razón, pero fue un espejismo y rápido volvió a su estado natural de "hooligan". Como único competidor en la carrera por la insensatez, tenía al del caballo y la reconquista, con lo que la lucha por ser más soez, más inoportuno y mentiroso, ha sido feroz. Detrás de ellos, una cuadrilla de descerebrados y robots asaltando las redes, vociferando soflamas y esparciendo odio en cada post. Eso sí, no entran al diálogo, a enfrentar argumentos, no pueden, son limitados e incapaces de razonar. Completa este cuadro anómalo, todo el batallón de medios de comunicación afines a la falacia, avalados por un largo historial de malas artes.


Nuevamente mancillando a los fallecidos, lanzándolos a la cara del gobierno señalando con un dedo acusador. Es la misma táctica de siempre, la que han utilizado una y otra vez con tal de desestabilizar cualquier opción que no sea tener ellos el poder. Poco les importa la democracia. Son Personajes tan oscuros, capaces de rasgarse las vestiduras por muertos que poco les importan, para acto seguido, postear cómo disfrutan el aperitivo en la terraza de su chalet.


La responsabilidad de los ciudadanos, merece cuando menos la misma respuesta de los líderes políticos. Es una situación muy complicada que lo menos que necesita es contagiarla de odio e intereses partidistas. Foto Jaime Becerra



El tema se ha ido tanto de madre, que hasta la policía ha salido a advertir sobre el asqueroso circular de bulos, mentiras, fakes y lo que haga falta con tal de desgastar al gobierno y de paso, cabrearnos a todos, ahora bastante tenemos con la situación que vivimos para, además, tener que soportar a estos irresponsables hacer añicos la verdad. Porque aparte de enfangar la situación y derramar bazofia, no han aportado nada que ayude. Bueno, han pedido poner las banderas a media asta y Venus Cuesta, portavoz y concejal de VOX en el Ayuntamiento de Fuensalida, en Toledo, recurrió a una cita del dictador alemán, Adolf Hitler, para animar a los españoles en la lucha contra el coronavirus. Esto es lo que ofrecen PP y VOX.


"Sorprende gratamente la actitud que está teniendo la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas y su partido "

Por cierto, sorprende gratamente la actitud que está teniendo la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas y su partido, no sería de extrañar que vuelva a quitarle votos a Pablo Casado.


En mi opinión, por si os interesa, el gobierno español ha cometido errores, hay cuestiones que se podrían haber mejorado, aunque es fácil hablar ahora. Sin embargo, no creo que haya nada punible como para atacarlo como lo está haciendo la ultraderecha y la derecha ultra. Habrá tiempo de analizar, de pedir explicaciones detalladas, responsabilidades y tomar las medidas pertinentes. Pero lo que sí sé y estoy seguro, que en manos de un Pablo Casado o un Abascal, esta pandemia sería una tragedia enorme y sin tener, ni por asomo, las medidas sociales que ahora nos amparan. Eso lo tengo y lo deberíamos tener todos claro, no me cabe la menor duda.


Así pues, hemos sido capaces de unirnos frente a la desgracia pero también de pasar de emotivos aplausos a deleznables ladridos o

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