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El Conil de ayer


A finales de 1979, un grupo de amigos de Conil de la Frontera, se pusieron de acuerdo para buscar y rescatar cosas antiguas con el fin de exponerlas y enseñar cómo era la vida de antaño en Conil, sus enseres, herramientas, utensilios y hábitat.

Sala de entrada al museo / Jaime Becerra

En un principio, se instalaron en la calle Hospital, pero eran tantos los objetos que habían reunido, que en poco tiempo se quedaron sin espacio. En el año 1981, el Ayuntamiento de Conil les cede el actual local, unas dependencias junto a la Torre de Guzmán que han sido comedor de Auxilio Social, molino de aceite y almazara. Con el paso del tiempo y amparados por el Ayuntamiento, este grupo de amigos del 79 y con un ya importante número de socios, crea el Patronato Municipal de Raíces Conileñas que funciona hasta 2014, año en que el Patronato se extingue y sus socios pasan a formar parte de la recién creada AMUCO (Asociación de Amigos de los Museos Conil) para la gestión, restauración de piezas y mantenimiento del Museo.

Recreación de un comedor de los años 50 con todos sus detalles y adornos / Jaime Becerra

Es una asociación sin ánimo de lucro, apolítica y aconfesional, donde los socios se ponen a disposición del público como guías y para abrir el Museo y proteger su patrimonio. En la actualidad, la gestión del Museo de Raíces Conileñas está a cargo de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Conil de la Frontera, que cuenta con la estrecha colaboración de la Asociación de Amigos de los Museos de Conil.

"La colección cuenta con más de 800 piezas que están perfectamente colocadas en un espacio de 60 metros"

Colección expuesta

La colección expuesta cuenta con más de 800 piezas, diseminadas por un local de 60 metros cuadrados con cuatro salas que nos enseñan: la mar, el campo, los oficios y una vivienda de mediados de los años 50 con estancias como la cocina, la alcoba, el comedor y la sala de estar. Es una visita que se hace en una media hora y de forma muy agradable, descubriendo objetos que nos suenan.

Azufre de la Mina Caucaso de Conil, muy famoso en sus tiempos / Jaime Becerra

Con un giro de cabeza de casi 360 grados, uno puede ver como las paredes de la sala casi no tienen espacio para nada más. Aquí conviven desde una original y elaborada maqueta de una almadraba, hasta cristales de azufre de la mina Caucaso de Conil, pasando por aperos varios o máquinas para hacer caramelos.

"Uno de los objetos estrella, son las piedras de azufre de la Mina Caucaso

de Conil"

Una de las piezas estrella son los cristales de azufre que ya en los S XVIII y XIX, se hicieron famosos por: "ser octaedros bastante prolongados y de tamaños muy diversos", según cuenta el botánico Simón de Rojas, después de su visita a Cádiz por encargo del Real Jardín Botánico de Madrid. Rojas detalla también: "que el azufre se enviaba a la Carraca y a Cádiz, pero la falta de leña hacía muy costosa la empresa, que se abandonó en 1764”. Ya en su segunda visita, en 1809, Rojas explica que con la Guerra de la Independencia, se contempló el reabrir la mina ante la escasez de municiones, aunque Rojas decía que la mina, “famosa en Europa por los bellos cristales que se ven en los gabinetes, es poco rentable por lo costoso y difícil de su aprovechamiento y lo muy diseminado del mineral”.

El azufre de Conil

La historia de la mina Caucaso de Conil, es tan larga como entretenida y seguro merece un próximo artículo, pero por ahora, es de destacar que en varios museos de Europa hay cristales de azufre provenientes de esta mina. Así, en diez museos de España, uno de Francia, dos de Suiza, uno en Italia, uno en Austria y otro en Suecia, muestran como algo muy preciado los cristales de azufre de la mina de Conil.

Estancias que emulan una casa de los años 50 en Conil / Jaime Becerra

Bodas de negro

Tras dejar la sala de la entrada, uno accede a las estancias que recrean una vivienda de mediados del siglo pasado y lo primero que nos encontramos, es un pequeño salón con dos trajes, dos vestidos que hieráticos se apostan en sendos rincones del salón. Uno es la vestimenta de una cobijada de Conil y el otro, un vestido de boda negro como el azabache. Y es que un vestido de boda negro, a principios del S XIX era algo normal. El vestido blanco lo puso de moda la Reina Victoria de Gran Bretaña, que se casó de blanco con el príncipe Alberto de Sajonia en 1840, y extendió la tendencia por Europa.

La cobijada

Es una vestimenta típica de algunos pueblos de la provincia de Cádiz, principalmente de Vejer de la Frontera. El ropaje cubría a la mujer por completo quedando solo el ojo derecho al descubierto, como si de alguna reminiscencia islámica se tratara. El traje de cobijada se usa durante las fiestas patronales de Vejer.

Al fondo de la foto, traje de Cobijada / Jaime Becerra

Cruzamos el saloncito y encontramos, al fondo, un dormitorio que nos presenta un bidet portátil de la época, cuando muchas de las estancias de la vivienda eran multiusos, pudiendo ser dormitorio de noche, cuarto de aseo por las mañanas y comedor al mediodía. Eran tiempos en los que el cuarto de baño estaba fuera del hábitat y la parte de debajo de las camas, era el reino de los orinales.

Justo al otro lado del dormitorio, nos encontramos con la cocina y el comedor, el espacio nos muestra de forma fiel cómo eran esas dependencias hace más de 70 años. Cada rincón es una pequeña sorpresa, artilugios e ingenios de la época se apilan sobre repisas, mesillas y encimeras. Hay que mirar con calma, ver en el detalle y no abrumarse por tanta reliquia que, una a una, nos van contando cosas.

Comedor de época con todos sus detalles y adornos / Jaime Becerra

Visita gratuita

La visita al museo es gratuita pero se aceptan donaciones. Por lo general es atendida por los socios de AMUCO, que ejercen esta labor de forma totalmente desinteresada pero son unos excelentes guías que conocen la historia de casi, cada uno de los objetos expuestos. Son personas que demuestran un gran interés por difundir, divulgar y dar a conocer la historia de Conil de la Frontera, una historia que se asemeja a la de muchos otros pueblos vecinos.

Exterior del Museo de Raíces Conileñas, junto a la Torre de Guzmán / Jaime Becerra

Al salir, los visitantes depositan sus donativos en un pequeño botijo a modo de hucha. Estos donativos ayudan a mantener el Museo, sus enseres, la restauración y arreglo de piezas, etc. “Además de los turistas, tenemos cada año la visita de colegios a los que además de informarles, les damos unos libretos donde explicamos el museo. Incluso contamos con un libro de visitas, que ha ido recogiendo unas estupendas referencias”, nos cuenta uno de los guías mientras vamos terminando nuestra visita y charla.

Merece la pena visitarlo es un reducto de historia necesario. Con este viaje al pasado, se entiende la importancia que tienen nuestras raíces para recordar lo que fuimos y de dónde viene nuestro presente o


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