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  • Doris Marín / Edición Maskao

El cerro Alegre de Valparaíso


Es uno de los más de 40 cerros que hay en la ciudad portuaria de Valparaíso, a hora y media de Santiago, la capital de Chile. Su nombre se debe a los bellos jardines que en el SXIX adornaban las casas del sector, habitado principalmente por inmigrantes ingleses. Hablamos de Cerro Alegre, donde el color y los grafitis, son sus señas

de identidad.

El cerro está poblado hasta la cima con casas en equilibrios imposibles. En un país tan sísmico como es Chile, vivir en ellas es toda una declaración de valor y fe. Para subir al cerro desde la parte baja de Valparaíso, lo más conveniente es hacerlo en uno de sus dos ascensores: el Reina Victoria o El Peral para después, Perderse por las callejuelas, es fascinante, pero hacen falta un par de buenas piernas y solventes pulmones, para subir y bajar cuestas empinadas.

Subir a los ascensores es una experiencia que no te puedes perder. El viaje es corto pero la emoción es grande, el de El Peral empezó a funcionar en 1902 y ahí sigue con su traqueteo de sube y baja, después de una importante restauración en 2016.

Ascensor -funicular- El Peral, desde el exterior y en su interior. Construido en 1902, fue

sometido a una profunda restauración en 2016. / Jaime Becerra

Los primeros habitantes de Cerro Alegre, fueron capitanes de la época de la conquista española bajo el mando del descubridor Pedro de Valdivia, quien les cedió los terrenos por sus servicios prestados. Los capitanes Juan Rodrigo de Guzmán y Nicolás Octavio, fueron los primeros españoles en instalarse en el cerro. En 1672, ambos donaron sus terrenos a la orden de los agustinos; medio siglo después, en 1724, el prior Miguel Arrué los vendió nuevamente

a un militar, al capitán Luis García Venegas.

Los propietarios ingleses en el SXIX, crearon jardines en sus casas que dieron colorido y el nombre al cerro

En el siglo XIX, este cerro y el vecino Concepción, fueron residencia de inmigrantes europeos, principalmente ingleses y alemanes. En 1822, el comerciante inglés William Bateman adquirió un sitio en el cerro Alegre donde edificó una vivienda;​ su idea fue seguida por sus compatriotas, dando nacimiento así a un barrio residencial formado por viviendas de un nivel de construcción superior al habitual de la época. Los ingleses crearon también numerosos jardines, cuyo colorido, unido al de las casas, determinaron el nombre de este cerro.

Si antaño fueron los jardines de las casas los que daban

colorido, hoy son los murales y grafitis que

abundan por las calles de cerro Alegre. / Jaime Becerra

Este barrio, cuyo eje es la calle Montealegre, mantuvo estas características a través de todo el siglo XIX. En el siglo XX, a consecuencias del terremoto de 1906, se produjo un cambio en la arquitectura del cerro. La mayoría de las viviendas dañadas por el seísmo, fueron reemplazadas por amplias mansiones que dieron homogeneidad al sector. Este tipo de casas se conserva hasta hoy, aunque muchas de ellas en su interior, han sido subdivididas.

Turista en una plazoleta de cerro Alegre, sentado en una expresión artística urbana para la foto.

Jaime Becerra

Paseo Yugoslavo

Situado en el cerro Alegre, se conecta con el cerro Concepción por medio de la calle Montealegre. En él está el Palacio Baburizza, actualmente destinado al Museo de Bellas Artes de Valparaíso. Este paseo, es de los primeros

en los cerros Alegre y Concepción que se ha convertido en mirador.

En1880, este lugar se conoce como Paseo Americano, con suelo de tierra y barandas de madera. En 1914, Ottorino Zanelli compró un terreno en el cerro Alegre, donde los arquitectos Barison y Schiavon construyeron la residencia del comerciante italiano. Sin embargo, Zanelli no llegó a disfrutar de su mansión, murió el mismo año en que la terminaron. Su viuda la vendió en 1925 a Pascual Baburizza, un yugoslavo que, como los Zanelli, había llegado a Chile para hacer fortuna con el salitre. En homenaje a él, el paseo lleva su nombre.

Calles del cerro y locales de todo tipo, desde almacenes hasta bares y restaurantes.

Jaime Becerra

Desde el mirador, ubicado en lo alto y sobre la Plaza Sotomayor, la vista es sorprendente; en frente la bahía de Valparaíso y más a lo lejos se puede divisar Viña del Mar, Con Con y otras playas del litoral. Uno tiene una visión panorámica de las faenas portuarias, los barcos en los diversos puntos de atraque y todo el movimiento del principal puerto del país. Una vez contemplado el panorama, que es cautivador, nos dejamos llevar por las calles

de alrededor donde descubriremos grafitis alegres, escaleras pintadas, sosiego y una esquina sonando a todo ritmo gracias a una banda callejera. Colores, muchos colores se presentan ante nosotros, en la fachada de las casas, en los letreros de los cafés y bares, en los murales e incluso en las aceras.

Hay lugares muy bonitos, decorados con mucho gusto, imaginativos y con unas vistas arrebatadoras. Bares, hoteles, restaurantes, gastrobares, etc., se han confabulado para ofrecer una magnífica imagen al turista. Desde unas raíces autóctonas, han elaborado todo un discurso gráfico muy atractivo.

El Cerro Alegre es grande, pero en este cogollo que engloba el Paseo Yugoslavo y sus alrededores, se concentra un mundo sorprendente que tienes que ver.

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