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  • Juan Ramón Puyol

Postales de París


Postal 1: El metro

La línea 1 del metro de París no tiene conductor. Es la línea noble. Recorre, en paralelo al curso del río Sena, los lugares emblemáticos: Bastilla, Louvre, Palacio Real, Chatelet.

Los andenes están protegidos por mamparas transparentes y puertas automáticas que se abren cuando llega el tren. Así se evitan accidentes o suicidios. La parte delantera del convoy tiene un ventanal y panel de mandos simulados para que los niños se entretengan.

La línea 1 del metro de París no tiene conductor, como la montaña rusa, como en el futuro no lo tendrán ni los coches ni los camiones de transporte de mercancías. Todo automatizado como las atracciones de feria.

Quizás el mundo marcha sin conductor, como la montaña rusa.

Juan Ramón Puyol

Postal 2: Una calle con final

Si por casualidad naces en la Rue de la Roquette de París, y, por casualidad, decides no salir nunca de ella, puedes hacer toda tu vida subiendo y bajando por sus aceras. Hay de todo: lavanderías y restaurantes, médicos y abogados, casas, pisos y hoteles. En ella puedes encontrar una variedad de restaurantes como para decir que has probado todas las gastronomías del mundo. Incluida la francesa.

En el número 1 te puedes sentar a tomar un café en el “Le Grand Bar” mientras atisbas a los paseantes de la plaza de La Bastilla. Puedes cruzar al 26, a la hora del almuerzo, y en el asiático “Au Phénix d’Or”, te sirven una sopa que revive a un muerto por 8 Euros. Y es justo al final de esta calle, unos doscientos números más arriba, donde, si no te ha revivido la sopa, puedes pasar el resto de la eternidad, pues sin desviarte ni un poquito, entras por la puerta grande al mítico cementerio de “Père-Lachaise”.

Es ahí donde, entre otros muchos excelsos personajes, la va pasando Jim Morrison, el cantante de “The Doors”. Concretamente desde 1971. Su tumba es la más visitada y el “Père-Lachaise” es una de las necrópolis más visitadas del planeta.

Muchos de sus mitómanos visitantes dejan pegado un chicle en un recio árbol que le hace compañía. Para evitar que enferme, los sufridos cuidadores del cementerio, lo han abrigado con una malla de medias cañas, como la que se utiliza para cercar las casas de campo.

La protección está completamente cubierta de sucios chicles multicolores que evocan, si estás muy fumado, a los puntillistas del museo D’Orsay.

Hasta la sepultura del cantante se han acercado durante los últimos 48 años, miles de colgados de todo pelaje. Muchos, han consumado aquelarres y oficios variopintos. Por eso los responsables del camposanto han tenido

que acotar la zona con vallas metálicas que se van llenando de pulseritas, abalorios y pegatinas.

Una inscripción de hierro sobre el duro granito reza así:

“James Douglas Morrison” 1943-1971

ΚΑΤΑ ΤΟΝ ΔΑΙΜΟΝΑ ΕΑΥΤΟΥ

Escrita en griego significa:

“fiel a su propio espíritu”.

Supongo que la tierra que cubre sus huesos no pasaría un test de drogas de la gendarmería.

Al otro lado de la calle que ocupa Morrison, una tumba reciente recuerda que ahí está enterrada una chica que murió asesinada en el atentado de Bataclan de 2015, cuando aún no había cumplido los 20 años.

Juan Ramón Puyol

Postal 3: "Chalecos amarillos"

Dicen que fue Fillon, Primer Ministro bajo la presidencia de Nicolás Sarkozy, el que introdujo el chaleco amarillo

-es más bien verde-limón- de forma obligatoria para el uso en caso de incidente con el automóvil.

España se apuntó tiempo después.

Imagino la cara de lémur cuando haya visto que su prenda se ha convertido en el uniforme de los últimos indignados revolucionarios, los “gilets jaunes”, tomando las calles de Francia.

Otra paradoja es que estas masas contestatarias han asaltado las rotondas de las carreteras, como cuando sus ancestros asaltaron La Bastilla, convirtiendo este invento tan francés de los nudos de comunicaciones, en perfectas ratoneras para paralizar regiones enteras del país. Durante los últimos tres meses han parado los sábados la circulación y puesto en jaque al gobierno de Macron que se vio sorprendido y trató, en un primer momento, de atajar el movimiento con represión, lo que levantó aún más a la gente.

Un cambio de estrategia y las navidades de por medio, parecía que habían serenado un poco las cosas, momento que aprovechó el presidente para sacarse una carta de la manga: convocar a toda la nación a un Gran Debate para discutir una salida al conflicto.

Los chalecos amarillos respondieron con nuevas movilizaciones.

Quieren que caiga el Gobierno y las elecciones europeas se acercan, circunstancia que podría aprovecharse para convocar un Referéndum, según se ha sugerido desde El Elíseo, con varias preguntas referentes a las demandas

de los amarillos.

En el combate de la información y las ideas, los manifestantes colocan a la prensa al lado del poder, que desprecian. Los periódicos y las televisiones apuestan por la estabilidad mientras explotan el espectáculo de las ciudades asaltadas.

El tiempo corre hacia un proceso electoral cuyo resultado es imprevisible y los politólogos describen la polarización de la clase media indignada que luce sus chalecos verde-limón, como radicales de izquierda

o partidarios de la ultra Le Pen.

Una especie de revuelta de ciudadanos cabreados, que votarán seguro en modo castigo contra el presidente Macron, podrían poner fin a la legislatura y hacer tambalear a la propia V República, como apuntan algunos analistas.

Mientras hasta las figuritas de los semáforos lucen chalecos fosforitos.

Juan Ramón Puyol

Postal 4: 59, Rue de Rivoli

Una de las calles más comerciales de la ciudad de la luz y un edificio ocupado se han convertido en el refugio de artistas que no encuentran sitio en las galerías de la ciudad. En estos días la fachada luce dos pechos inmensos fabricados con botellas de plástico recicladas. Toda una declaración de intenciones. Solo cinco manzanas lo separan del Louvre donde miles de turistas se fotografían junto a la Mona Lisa.

Los cinco pisos del edificio del siglo XIX están ocupados por distintos artistas que crean, exponen y venden a los que pasan atentos y deciden atravesar el colorido portal y subir por la loca escalera decorada con un mural continuo. Cada artista que ha pasado por el inmueble, en estos últimos 20 años, ha colaborado con un trozo de mural. La decoración de la fachada se cambia de vez en cuando por turnos. En cada piso puede haber cinco o seis artistas, hasta un total de 30 talleres. Entre todos ellos organizan el funcionamiento de esta galería inmensa donde se puede hablar con los creadores y comprar sus obras. De las 13:00 a 20:00 h abre sus puertas libremente el edificio de artistas okupas del centro de París.

Juan Ramón Puyol

Postal 5: El reloj del museo d´Orsay

Siempre se forma una cola para hacerse una foto con el fondo del reloj. Es uno de los marcos más bonitos que se puedan conseguir para una foto de recuerdo en París. Tanto que casi oculta la magnífica vista de la ciudad con el Sacre-Coeur presidiendo desde lo alto de la colina de Montmartre.

Ahora que todos somos fotógrafos en activo, la espera para colocarse frente al reloj puede alargarse. La espera puede llevarte a preguntarte sobre la relatividad del paso del tiempo y cómo parece ralentizarse de repente.

Se acuerda uno, entonces, de lo que imaginaba Steven Hawkins sobre los viajes en el tiempo. El profesor decía

que es imposible viajar al pasado pero que las leyes de la física sí lo permiten hacia el futuro.

La máquina que imaginó es una nave que, con la tecnología necesaria, y, al cabo de 6 años de viaje por la galaxia podría acercarse a la velocidad de la luz. En ese momento, por cada día pasado en la nave, por la tripulación, en la tierra pasaría un año entero. Así cuando volvieran a la tierra quizás les habría llegado el turno para retratarse frente al reloj del museo d´Orsay.

Juan Ramón Puyol

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