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  • Jaime Becerra

Invisibles


Cuando la vida da bofetadas, puede llegar a ser cruel e incluso injusta. De un día para otro, toda nuestra existencia puede quedar patas arriba, como le sucedió a Leo y Pepe, que nos cuentan cómo por un tiempo, se hicieron invisibles.

Pepe y Leo, han forjado una gran amistad a partir de unas circunstancias parecidas

Leandro Ariel Spagnoli, Leo, lo tenía todo; buen trabajo, buenos ingresos, buena formación y de a poco, la vida se

le empezó a escapar de las manos hasta verse en la calle. José Ruiz Jaen, Pepe, se pasó gran parte de su vida trabajando duro, formó una familia, tuvo hijos pero aquello se hizo añicos y terminó pidiendo en la puerta de la catedral de Cádiz. Fueron tiempos muy duros para ambos, pasaron de brillar con luz propia a hacerse "invisibles" para la sociedad. Noches de frío y desvelo en los sitios más insospechados para resguardarse un poco. En La Caleta o de ocupas, transitaron por la peligrosa cuerda del olvido, de la nada. Pero se han rehecho y poco a poco han enderezando un renglón tan torcido de su propia historia.

¿De dónde eres Leo?

Soy de Argentina, de Mar del Plata y llevo en España 28 años.

¿Y tú, Pepe?

Yo soy de Almodóvar del río, provincia de Córdoba. Y en Cádiz llevo 10 años. Pero lo que es mi vida, la he hecho en Cataluña. Con 19 años, marché de Córdoba a donde más se ganaba, entonces en aquellos momentos era el boom del empleo allí. Llegué a Cataluña a pedir trabajo y al día siguiente, lo encontré. Ahí estuve en muchas ciudades por un tiempo de más de 26 años.

José Ruiz (Pepe), dejó atrás toda su vida en Cataluña para volver a Chipiona, donde de pequeño veraneaba con su familia.

¿Cómo terminas en Cádiz, Leo?

Yo estaba en Nerja trabajando, y en una noche de esas que uno se pasa de bebida, me robaron la documentación y el sitio más cercano con un consulado Argentino era Cádiz. Cuando llegué hacía frío y me metí en RETO, vine en fechas de Semana Santa, hace unos cinco años. No tenía dinero ni documentación.

De a poquito fui arreglando los papeles, con la ayuda de Irene del albergue, de Asunción de Cruz Roja y de gente buena de Cádiz. Me saqué mi tarjeta de residencia y aunque puedo optar a la nacionalidad, hay que pagar para hacer un examen y es un dinero que ahora no tengo. Al final, después de dar tantas vueltas por el mundo, este es mi lugar. Y aunque no hay casi trabajo, si tu quieres progresar, puedes progresar, por lo menos yo lo intento.

¿Qué hacías en Cataluña, Pepe?

De todo, he hecho de todo. Construcción, campo, imprenta, fábrica, etc.

¿Y tú, Leo, en qué has trabajado?

Desde el principio en que llegué a Madrid y sin tener ni idea, en hostelería. Me gustó y hasta el día de hoy, que tengo 46 años, la hostelería es lo mío. Fui jefe de barra, jefe de sector, jefe de sección en hoteles de cuatro y cinco estrellas. Pero con 46 años vas a entregar un currículum y te dicen que eres viejo. Además tengo idiomas, alemán, inglés y un poquito de italiano. Me encanta la atención al público y tratar a la gente. Yo antes de la crisis trabajaba mucho, había trabajado en Alemania, en Austria y aquí en España.

“Debido a la adicción a la cocaína, me vi en la calle. La familia ya no me podía ayudar”

¿Y qué pasó para verte en la calle?

En el 2010 y debido a la adicción a la cocaína, me vi en la calle. La familia ya no me podía ayudar, me metieron en muchos centros y al final me lo tuve que quitar por mí mismo.

¿Cuando hablas de familia, te refieres a mujer e hijos?

No, a mis padres.

Leandro Spagnoli (Leo), lo perdió todo por la maldita adicción a la cocaína. Pero ha conseguido reponerse y volver a la vida.

Y en tu caso, Pepe, ¿tienes familia, mujer, hijos?

Sí, yo estoy casado y tengo un hijo y una hija en Barcelona.

¿Cómo llegas a Cádiz?

Yo me vine a Cádiz porque mis padres, cuando yo fui pequeño y con mi hermano, íbamos a Chipiona a veranear cada año. Y a mí Chipiona me encantó. Cuando ya me separé de mi familia, en fin, por x, me acordé de Chipiona, y digo, yo no me tengo que morir, sin ver Chipiona, pero claro, al cabo de 30 años. Y fui a Chipiona. Pero me tenía que buscar la vida, pensé que me la he ganado desde muy joven y cómo no me la iba a ganar entonces que tenía más experiencia. Así es que cogí el autobús y me vine a Cádiz.

¿Pero tenías trabajo en Cádiz o contactos?

No, llegué a San Juan de Dios que es donde paraban antes los autobuses. Me apeo, cojo mi mochila y me siento en un banco. Y vino un señor, muy amable, y me preguntó: ¿has comido? Sí, he comido, le contesté. ¿Y dónde vas a dormir?, preguntó otra vez. Eso ya no lo sé, le dije. Así es que el hombre me llevó a la calle Benjumeda, a Caballeros Hospitalarios, que acoge a personas de la calle para dormir. Y allí pasé la noche, al día siguiente, a las 8 de la mañana a la calle otra vez.

“Pasé por la plaza de la catedral de Cádiz y digo, mira, yo nunca he pedido, pero me tengo

que ganar la vida como sea, y pedir no es robar. Y en la puerta de la catedral estuve seis años

y cuatro meses”

¿Y comienzas a vivir en la calle?

Pues sí. Pasé por la plaza de la catedral y digo, mira, yo nunca he pedido, pero me tengo que ganar la vida como sea honradamente. Y pedir, no es robar.

Después de varios días pidiendo, me llego al sacristán de la catedral y le pido permiso para seguir, él me dijo que si y como el sacristán se portó muy bien conmigo, a veces me pedía que echara una mano a limpiar o a lo que fuera y yo lo hacía encantado. Así estuve hasta seis años y cuatro meses, que es cuando empiezo a recibir mi pensión como trabajador por todos los años cotizados. Y claro, dejo de pedir porque moralmente ese lugar lo podía aprovechar otra persona más necesitada.

Pedir en la calle, es una solución frente a la urgencia de vivir cuando se ha perdido todo

Leo, ¿como sigue tu historia?

Lo había perdido todo, la cocaína a lo que lleva es a la destrucción. Mis padres tienen una joyería y yo les había robado mucho dinero, mucho oro y ellos ya no sabían qué hacer conmigo. Lo más duro fue cuando ya tuve que pedir ayuda, estaba en Lanzarote, con mi novia y el consumo mío era excesivo.

Me fue a buscar mi madre para ir a Madrid a internarme, y después de pasar por varios centros pensé, o yo, o una caja de pino. Y ya en Cádiz, a mí pedir no me gusta aunque he pedido también en la catedral y en supermercados, pero he tenido algo de suerte y he podido ganar algo con mi trabajo. Ahora no tengo nada, antes tenía todo.

¿Pero sigues en la calle?

No, ahora no. Estoy en una habitación y pago 160 euros mensuales. Yo estaba en el albergue de Capuchinos e hicieron un seguimiento de toda la gente, y a mí me mandaban a hacer cosas, gestiones, y las hacía. De todas las personas que había en el albergue, a uno lo iban a sacar para darle una casa. Y yo fui la persona elegida.

Una señora me estuvo pagando siete meses una habitación, y me iba a comer a los comedores sociales o reciclaba comida de la que tiraban en los supermercados. Lo de reciclar comida, lo sigo haciendo y lo comparto con otras personas que lo necesitan, se tira mucha comida buena, en perfecto estado y hay que aprovecharla.

Y ya estando en la habitación, empecé a conocer gente y estuve trabajando hace tres años y por carnavales en hostelería, sigo buscando trabajo pero la verdad es que está complicado. Pero Cádiz es mi lugar, me ofrece lo que no me ha ofrecido ni Austria, ni Alemania, ni Canarias, ni Baleares, ni Madrid. Aquí he conocido a Pepe que es un fenómeno, le tengo un respeto impresionante, es un tío que tiene 70 años y con más "cojones" que mucha gente, estoy muy orgulloso de ser su amigo, muchas veces él te hace ver cosas que los más jóvenes no vemos.

“Para la gente somos la lacra, como si estuviéramos en la calle porque queremos y no es así”

Y tú Pepe, ¿dónde vives ahora?

A raíz de que me jubilé, yo cogí mi casita. O sea que estoy totalmente independiente. Pero no porque tenga la jubilación era más fácil coger una casa. Primero tenía que haber una persona que respondiera por mí, y lo ha hecho Rafael, el vigilante de Caballeros Hospitalarios, él responde por mí.

Pero la calle es dura, ¿no Pepe?

Bueno, primero es la seguridad. En la calle hay personas buenas, pero también hay muchas personas malas que se aprovechan de las circunstancias de los demás. Pero hay un 80% de gente mala y un 20% de gente buena. Yo he tenido suerte y no he sufrido ningún problema ni agresión en la calle y he estado incluso en La Caleta 3 meses.

Un giro fatal en la vida, nos puede lanzar de golpe hasta terminar en la calle.

Hay muchos casos de personas que lo han perdido todo, y que nunca imaginaron que podría suceder.

¿Estuviste en La Caleta, Leo?

Si. Antes en La Caleta se podía vivir, yo he dormido allí con tienda de campaña y un colchón dentro. Después se recogía, se limpiaba, cosa que ahora es totalmente diferente. Ahora la gente va a fumar porros. Nosotros agarrábamos nuestras necesidades, yo por lo menos, hacía un agujero en la arena, ponía una bolsa, defecaba, la cerraba bien, tapaba el agujero y tiraba la bolsa a un contenedor. Ahora La Caleta es donde la gente va a comprar droga. Cuando estuvo Pepe y estuve yo, con las latas que partíamos por la mitad y el aceite que tiraba la gente, nos hacíamos velas, para que el lugar fuera más acogedor, más hogar. Pero por suerte, yo no he tocado con gente chunga. Ahora parece que la cosa está más jodida.

Antes en la calle había dos clases de personas; estaba la gente que no tenía dónde vivir porque le gustaba la calle

y las que por circunstancias de la vida terminaron sin casa. Ahora, hay más personas con problemas mentales, de droga, de alcohol.

¿Y cuánto tiempo en la calle?

Siete años.

¿Cómo te ha afectado esa vivencia?

No se lo deseo ni a mi peor enemigo.

El frío, la humedad, buscar dónde quedarte, he dormido en lugares de Cádiz que la gente me decía: ¿pero cómo puedes dormir ahí? No tienes abrigo, no tienes la protección de un techo, no tienes la sensibilización de la gente que pasa, te ven ahí y ni siquiera te preguntan. Yo voy por la calle y veo a alguien en esas condiciones y sin conocerle, le pregunto si necesita algo o le doy un bocadillo, un simple bocadillo con el que sacas una sonrisa.

Yo ahora mismo no tengo una situación buena emocionalmente, hace dos años ha muerto mi padre y eso se lleva dentro. Estoy con ayuda psicológica y lo más duro de haber vivido en la calle, ha sido casi perder a mi familia.

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¿Os habéis sentido invisibles a ojos de la sociedad?

Si, para le gente somos la lacra, como si estuviéramos en la calle porque queremos y no es así. Muchos han llegado a la calle por desahucios, drogas, alcoholismo o problemas mentales, entre otros muchos motivos, nadie quiere estar en la calle. Y cualquiera puede caer a la calle, es como una tortilla que se da la vuelta de repente -nos expresa con profundo sentir, Leo-.

Eso es verdad -afirma Pepe-, para las personas que tienen su hogar, somos invisibles, bueno, en mi caso ya no lo soy. Pero el hecho de que ellos están en su casa, bien cuidados y demás, nos miran como marginados y se les olvida que también les puede tocar a ellos. He conocido a muchas personas con alto poder adquisitivo, que se han visto peor que nosotros. Somos personas, no somos invisibles.

Formáis parte de la Asociación Iguales en Acción, un proyecto muy interesante que busca oportunidades a la gente sin hogar y gestionada por los mismos afectados.

¿Creéis que es una buena alternativa para las personas sin techo?

Yo creo que sí -afirma Leo de forma rotunda-, pero para poder recoger, tenemos que sembrar y trabajar duro en el proyecto. Para muchos de nosotros la Asociación nos está dando ilusión y más ganas de conseguir cosas, trabajo, vivienda... es otra oportunidad. Estamos buscando viviendas que estén en desuso para gente que está en la calle. No metemos a cualquiera, son personas a las que se les hace un seguimiento y la asociación es la que responde. Ahora mismo necesitamos con urgencia un local para poder dar trabajo a gente de la calle, tenemos la oferta de una empresa para repartir paquetería pero nos falta el local.

Yo tengo mucha esperanza en Iguales en Acción -explica Pepe-, y los compañeros también. Si yo no viera que hubiera un futuro, ya habría marchado, porque yo, de alguna manera, ya tengo resuelta mi situación.

Pero lucho como el primero.

“Yo le pediría a la sociedad que sean más humanos, que no miren hacia otro lugar, que miren también que son ciudadanos como ellos”

Pepe, ¿qué le dirías a la sociedad en relación a la gente sin hogar?

Yo le pediría a la sociedad que sean más humanos, que no miren hacia otro lugar, que miren también que son ciudadanos como ellos. Que por lo que haya ocurrido, tampoco tienen que tenerlo en cuenta, que otro día también los podemos ver a ellos en la calle. Y a los mandatarios, que se involucren en la ayuda, en buscar soluciones.

¿Y tú, Leo?

Yo lo único que pido es más solidaridad, porque todos somos personas y cualquiera puede caer y estar en el lugar en el que hemos estado Pepe y yo, donde sigue estando mucha gente, más de las que se piensa.

Y a los gobernantes podría decirles muchas cosas, pero malas. Lo que están haciendo es robar al pueblo en vez de darnos soluciones, cada vez hay menos soluciones y más papeleo. Lo que queremos nosotros es vivir tranquilos, tener una nueva oportunidad porque somos personas.

Leandro y Pepe han atravesado por un lado muy oscuro de la vida, ha sido un calvario y ahora, que han conseguido ir enderazando

su historia, participan de forma muy activa en un proyecto innovador para conseguir hogar y trabajo a personas sin hogar

Ya lo han contado ellos y los miles de ejemplos lo ratifican, nadie, o casi nadie, queda libre de evitar que un vuelco de la vida nos enfrente a la posibilidad de terminar sin nada, en la calle e invisibles. Y menos en los tiempos que corren, donde, de forma paradójica, la sociedad moderna ha conseguido enormes logros económicos y a su vez, tremendas brechas de desigualdad. Nos hemos convertido en una sociedad hipócrita, en la que miramos con desconfianza a los que hemos marginado pero damos ovaciones cerradas a quienes han medrado gracias a la mentira y la explotación de sus semejantes.

Y se nos llena la boca hablando de solidaridad, de ayudar a los demás pero no deja de ser un acto tan cínico como impúdico en tiempos donde el postureo ha llegado a lo ideológico. Los “invisibles” están ahí, son personas y existen, han atravesado un calvario y piden otra oportunidad.

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