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  • Pedro Miguel /A mi aire

Mayores

Por Pedro Miguel




Desde que comenzó la crisis dichosa -y nefasta- del coronavirus, todas las fuentes sanitarias y políticas coincidieron en una verdad rotunda y compartida: nuestros mayores no serían abandonados a su suerte. No habría exclusiones. Todos iguales ante la enfermedad, todos compartiendo los recursos sanitarios. Pero, claro, una cosa es predicar y otra dar trigo. O paracetamol, que es lo único que parece recetarse con prodigalidad. Pero de igualdad, nada. Más aún: parece como si hubiera un diseño de aparcar a nuestros mayores al margen de los beneficios y remedios de la moderna farmacopea y de la tecnología ultramoderna.


Y no hablo por boca de ganso. La noticia saltó en Navarra, en el periódico digital "Navarra.com". Copio textualmente: "Las UCI de Navarra no aceptan pacientes infectados con coronavirus si son mayores de 79 años". Y la explicación ofrecida por fuentes sanitarias oficiales es de premio: "Son el sector de la población al que más afecta el COVID-19, pero sus escasas posibilidades de sobrevivir hacen que haya que priorizar los recursos sanitarios".


Así como suena. ¿Qué debemos entender, entonces, por "priorizar"?. Por lo visto, dejarles que se mueran a su aire, sin ayudarles lo más mínimo a sobrevivir. Aunque tengan muchas posibilidades de remontar la crisis. Sin prestarles la más mínima atención en hospitales, porque se les niega la entrada. Vamos: que vuelvan a su casa y que mueran en paz. Si pueden. Y lo mismo se ha defendido desde Holanda y hasta en algún estado norteamericano: entre salvar a los ancianos o la economía, parece que hay que poner a salvo la economía.


"Y en lugar de buscar más recursos, más y mejores medios, se condena a muerte a los octogenarios"

Y cuando se profundiza en la literalidad de la noticia, todavía es peor. "Ante el previsible colapso de los servicios de urgencias y de las unidades de cuidados intensivos de los hospitales, los profesionales del Departamento de Salud del Gobierno de Navarra han tomado la decisión de no admitir en las UCI de la Comunidad Foral a ningún paciente infectado del COVID-19 mayor de 79 años".


Y, en efecto, en las UCI's de Navarra no entra ningún paciente con coronavirus de edad avanzada, aunque tenga un pronóstico que haga prever que pudiera salvarse". Y luego viene el "yo no he sido": porque a la hora de las explicaciones, resulta que la no aceptación de pacientes octogenarios no es -dicen- una decisión política sino consecuencia de la medicina de triaje, que establece la atención de los pacientes en función de los recursos disponibles. Y en lugar de buscar más recursos, más y mejores medios, se condena a muerte a los octogenarios. O sea que, según esta versión, serían los médicos los responsables de decidir -como modernos Nerones- sobre la vida y muerte de sus pacientes.


Pero hay más. Según recoge el periodista Antonio Imízcoz en su blog de Facebook, lo peor no es que los hospitales navarros no admitan en sus UCI 's a positivos con más de 79 años. sino que se informa a las familias del fallecimiento de sus padres o abuelos por WhatsApp . "No cabe mayor deshumanización -precisa el periodista-, menor respeto por la condición humana. Nos tratan como a perros".


"Porque muchos, para más inri, estorban en casa"

¿Qué está pasando aquí con nuestros mayores?. Porque llueve sobre mojado. Esta crisis del coronavirus ha contribuido a descubrir las pésimas condiciones, infrahumanas en muchos casos, en que se desenvuelve la vida de muchas de estas residencias de ancianos -aunque no en todas, afortunadamente-, especialmente en la Comunidad de Madrid. Porque, según lo leído, no se trataría de residencias sino más bien de aparcamientos. Aunque no es una exclusiva de los madrileños, y tanto da que se trate de residencias públicas, privadas o concertadas. Lo mismo da. Así se desarrolla la vida de los ancianos asilados, a base de abandono y sin que la Comunidad cumpliera con su obligación legal de inspeccionar de oficio este tipo de establecimientos sanitarios, que no hosteleros.


No se explica, de otra forma, que cuando han empezado a morir ancianos sin control, en cifras de escándalo, se ha llegado a descubrir que en habitaciones dobles "convivían" enfermos con cadáveres, cada uno en su lecho, faltaría más. Y también hay que dejar constancia de los elevadísimos precios de una plaza en estas residencias: como media, de 2.500 a 3.000 euros por persona y plaza en habitación compartida. Pero también las hay de 3.500, de 5.000 euros e incluso más caras. Y algunas de lujo, por supuesto. Es un negocio. Y al mayor -y a su familia- hay que exprimirlo. Porque muchos, para más inri, estorban en casa. Y ya no quedan muchos hospitales de los que echar mano.


La verdad es que no termina uno de ver en qué reside el indiscreto encanto de ser mayor... o


 


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